Vicente Montoro. /EPDA “¡Ya funciona el semáforo!”, gritaba un niño emocionado mientras cruzaba la avenida del Real de Madrid. Caminaba al lado de Toñi, quien, con el agua encima del tacatá, tras haberme dejado ayudarla con lo que más pesaba, volvía a casa después de recoger algunos productos de primera necesidad en la Parroquia de Ntra. Sra. De Gracia. Podría parecer un detalle insignificante, pero ese semáforo en funcionamiento era un símbolo de esperanza, un pequeño hito en el regreso a la normalidad de las pedanías de Valencia.
Ayer fue el primer día que Toñi salió a la calle. Ella y su madre habían decidido confinarse, cuidarse por su edad y, a la vez, evitar lágrimas innecesarias. Hoy, sin embargo, sus emociones estaban a flor de piel. Entre exclamaciones de “¡ay, mi Torre!”, saludos, abrazos y alguna que otra lágrima compartida con vecinos, avanzamos hasta su casa, superando con el andador los restos de barro que aún quedaban en algunas calles. Toñi no podía imaginar cómo quedó todo tras el desastre del 29 de octubre. Ahora, al menos, vuelve a ver algo de color. Una pincelada de esperanza.
Porque sí, Valencia también existe más allá de la V-30. Aunque los telediarios no lo cuenten, estas pedanías sufrieron el impacto de la DANA con una dureza que aún hoy se percibe. A pocos metros, la vida parece seguir como si nada hubiese ocurrido, pero en La Torre, Forn d’Alcedo y Castellar-Oliveral, la realidad fue bien distinta: calles y casas anegadas bajo metros de agua, un escenario de desolación que pocos imaginan.
Mientras Castellar-Oliveral ha recobrado casi totalmente la normalidad, La Torre y Forn d’Alcedo continúan con la ardua tarea de abrir locales, limpiar calles y distribuir comida a diario. Ni supermercados ni hornos abiertos. Por eso, escuchar a Chelo, alcaldesa pedánea de Forn d’Alcedo, anunciar que estaba en el casino nos arrancó una sonrisa. ¡Un bar abierto! Un pequeño triunfo en medio de la adversidad.
Rafa, Chelo y Sol, los alcaldes pedáneos, han sido figuras clave en este proceso. Conocen a cada vecino y, aún más importante, cada vecino les conoce a ellos. Incansables, dedicados y al servicio de sus pedanías, representan una extensión cercana y eficaz del Ayuntamiento de Valencia en estos poblados del sur, reflejando una gestión admirable de la tragedia en el ámbito municipal.
En Valencia ha habido coordinación, recursos y presencia constante. Voluntarios, siempre dispuestos, encontraban tareas con las que contribuir a la causa común. El Ayuntamiento ha trabajado de la mano con los vecinos y el Consell de la Joventut y su presidente, presentes desde el primer día. La infraestructura de la ciudad, aunque sólida, está trabajando al máximo, y la alcaldesa ha liderado este esfuerzo sin descanso, movilizando todos los recursos necesarios para que la capital y sus pueblos afectados recuperen la normalidad.
Pero no sólo eso. María José Catalá, a pesar de tener tres pedanías afectadas, ha tenido efectivos desde el primer día en los pueblos también castigados ayudando. Bomberos de Valencia, Policía Local y Protección Civil han estado desplegados dándole sentido a cómo la capital de un área metropolitana tan conectada y unida como la nuestra debe responder ante momentos como este. Saldremos, pero juntos. Y ese mensaje es muy potente.
Lo que hemos aprendido de esta tragedia es que juntos somos más fuertes. Nos costará volver a la normalidad, y llevará tiempo superar la emoción que nos embarga al recordar lo vivido. Sin embargo, con el esfuerzo de todos, recuperaremos las sonrisas y los abrazos al cruzarnos. Nos miraremos, no con nostalgia por lo perdido, sino con esperanza en lo que vendrá. Nos queda mucho por hacer, pero el futuro se construye cada día con los lazos de solidaridad que hoy son más fuertes que nunca.
Comparte la noticia
Categorías de la noticia