Trump y Putin. / EFEDonald Trump y Vladimir Putin no son simplemente líderes con políticas conservadoras. Representan un resurgimiento del autoritarismo y el populismo extremo, con estrategias que recuerdan a los regímenes fascistas del siglo XX. Sus discursos de odio, ataques contra las instituciones democráticas y desprecio por los derechos humanos los convierten en figuras peligrosamente cercanas a los modelos de poder que impulsaron dictaduras como la de Adolf Hitler.
El desprecio por la democracia y el Estado de derecho
Una de las principales características del fascismo es su desprecio por la legalidad y la democracia. Hitler llegó al poder mediante elecciones, pero rápidamente desmanteló el sistema democrático alemán. Trump y Putin han seguido estrategias similares: mientras Trump intentó subvertir las elecciones de 2020 con teorías conspirativas y el asalto al Capitolio, Putin ha eliminado a sus opositores políticos y se ha perpetuado en el poder a través de reformas constitucionales amañadas.
Ambos han utilizado la corrupción y el abuso de poder para mantenerse en control. Trump ha sido condenado por fraude, mientras que Putin ha convertido a Rusia en un estado donde la corrupción es la norma y el asesinato de opositores es una herramienta política.
Hipocresía y moralidad selectiva
Uno de los aspectos más llamativos del populismo autoritario es su hipocresía. Trump se presenta como el defensor de la familia tradicional y los valores cristianos, mientras que es un reconocido cliente de prostitutas y ha sido condenado por abuso sexual. Su historial incluye múltiples escándalos con actrices porno y modelos, lo que contrasta con su discurso ultraconservador contra los derechos reproductivos y la comunidad LGBTQ+.
Putin, por su parte, utiliza la religión ortodoxa para justificar su represión, mientras mantiene un estilo de vida de lujos y privilegios propios de los oligarcas a los que dice combatir. Su régimen condena la “degeneración moral” de Occidente, pero tolera la corrupción extrema y el abuso de poder dentro de sus propias filas.
Machismo y misoginia como pilar ideológico
Tanto Trump como Putin han promovido una visión ultraconservadora y machista de la sociedad, al estilo de las dictaduras fascistas. Trump ha sido acusado de agresión sexual y ha atacado derechos reproductivos, mientras que Putin ha debilitado leyes contra la violencia doméstica y ha criminalizado el feminismo.
El desprecio por la igualdad de género y el refuerzo de la masculinidad agresiva han sido rasgos distintivos de los líderes autoritarios, desde Hitler hasta Franco. Trump y Putin continúan esa tradición, presentándose como “hombres fuertes” que desafían la “debilidad” de los movimientos progresistas.
Homofobia y persecución de la diversidad
El fascismo ha perseguido históricamente a la comunidad LGBTQ+, y Trump y Putin han seguido el mismo camino. Trump permitió la discriminación contra personas LGBTQ+ en el ejército y en entornos laborales, mientras que Putin ha impulsado leyes represivas como la “ley de propaganda gay”, que ha convertido a Rusia en uno de los países más hostiles para la diversidad sexual.
Por tanto, Trump y Putin no son meros políticos conservadores, sino símbolos de un peligroso resurgimiento del autoritarismo y el fascismo. Su discurso de odio, su ataque a las instituciones democráticas y su represión de los derechos humanos los sitúan en la misma línea de los líderes más oscuros del siglo XX. La historia ha demostrado que permitir que estos modelos de poder avancen solo conduce a la opresión, la violencia y la pérdida de libertades fundamentales.
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