Leopoldo Bonías
Leopoldo BoníasRestaurante
Piscina Valencia, hace hace más
de veinte años años, despedida del jefe de la Policía Local de Valencia, D.
Juan Jiménez Pedrazo. Se pone en pie trompeta en mano el agente José Albert
Tarrago, un silencio sepulcral invade todo el salón hasta entonces bullicioso,
comienza el toque de silencio dedicado al más carismático de todos los policías
municipales que ha tenido Valencia en el día en el que se le homenajea en su
despedida que escucha en posición de firmes y con la gallardía que le
caracterizaba las notas que con especial
cariño y respeto le dedicaba en nombre de todos sus compañeros el policía
carcaixentí.
Es la imagen que me vino a la cabeza cuando llegué a la Iglesia de San Antonio
Abad de la calle Sagunto donde se celebró el funeral por el eterno descanso del
guardia municipal por antonomasia, el último jefe de la Policía Local de Valencia al
que el Reglamento de Funcionarios de la Administración Local
aprobado por Decreto de 30 de mayo de 1952 marcó la impronta en sus inicios
como policía municipal de Valencia, cuando los miembros de los cuerpos
policiales dependientes de las corporaciones locales recibían el nombre de
guardias -ésta era la denominación con la que mas gustaba autodefinirse a D. Juan ( “en donde
vivo no saben ni que soy guardia”) -, guardas, agentes y vigilantes que tenían
como funciones la vigilancia y ordenación del tráfico , la especialidad del
jefe oriundo de Malpartida; Policía Judicial; Orden Público; Cooperación a la
representación corporativa , así como “las demás que le correspondan o se le
encomienden”. Una impronta que marcó el quehacer diario de un policía siempre
dispuesto y resuelto ante cualquier problema que pudiera presentarse.
Fue un entusiasta de la profesión. Formó una dupla de lujo
al frente de la Policía Municipal
de Valencia al inicio de los años ochenta con D. Manuel Jordán Montañés. Ambos
mandos eran diametralmente distintos pero lograban complementarse de tal manera
que hacían inconcebible la existencia de una dirección donde faltara uno de los
dos.
Tras la jubilación de D, Manuel Jordán , fue D. Pedro Calderón quién ocupó la jefatura de
lo que ya se llamaba oficialmente el cuerpo de la Policía Local tras la entrada
en vigor de la vigente Ley Orgánica de FF.CC.SS. A todas estas, el agente Albert seguía
tocando diana todos los días al amanecer
para satisfacción del nuevo jefe procedente de la milicia.
Fue en el ínterin de creo siete meses entre la jubilación de
Calderón y la toma de posesión de Andrés Rabadán cuando Juan Jiménez ostentó la
máxima responsabilidad en la Policía Local
de Valencia siendo el eslabón de una cadena que sirvió para pasar de un cuerpo
policial centralizado a otro más moderno y descentralizado.
Juan Jiménez no era hombre de despacho, “hay que estar en la
calle, en los despachos es donde se hacen todas las cosas malas, se conspira y
……” me dijo en cierta ocasión. Me trataba como un compañero al no existir
relación de jerarquía efectiva al estar yo en otro municipio aunque yo le
trataba como un superior.
Recuerdo pasear yo por Valencia y verlo en el
interior del coche patrulla con los guantes blancos puestos dispuesto a regular
personalmente el tráfico allí donde se precisara. Usaba lo que hoy se denomina
el poder discrecional del policía con maestría y sólo denunciaba cuando era
imprescindible. Prefería la reprensión verbal con fines instructivos de las
conductas infractoras de los conductores a la vía de la sanción pecuniaria;
“llevo toda la tarde pegando broncas” .
No tuve ocasión de prestar servicio a sus órdenes pues
cuando ingresé en la Policía Local
de Valencia ya se había jubilado pero compartí no pocas vivencias con
anterioridad con el que considero un
icono del cuerpo de finales del siglo pasado.
Su estar constante al pie del cañón, su presencia continua
en la calle, marcó una época, hasta el punto que tras las elecciones
municipales de 2003, ya más de cinco años después de su jubilación, el titular
de la delegación de Seguridad Ciudadana instó a los mandos de la escala
superior de la Policía Local
a estar más en la calle y menos en los despachos en lo que denominó “Plan
Jiménez”
La figura de Juan Jiménez representa una época entrañable que recordamos con nostalgia, una
época ya pasada y pérdida asociada a una generación de guardias de la que fue
su máximo exponente. Lástima que no hubiera estado con su trompeta en su
despedida de la pasada semana en San Antonio Abad el entrañable Albert,
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