Septiembre 5. / EPDARecrea con enorme realismo lo que fue la primera cobertura mediática televisada en directo de un ataque terrorista. Ofrece una perspectiva novedosa y muy interesante del asalto perpetrado por Septiembre Negro durante los Juegos de Munich celebrados en 1972. Nos aproxima al angustioso esfuerzo que realizaron unos cuantos periodistas y técnicos para informar al mundo entero de cuanto estaba ocurriendo allí. Su excelente guion no da respiro y la impecable puesta en escena, apoyada por imágenes de archivo convenientemente incorporadas, transportan al espectador a aquel fatídico día con toda la inquietud e incertidumbre del momento. Resulta irrelevante que se recuerden o conozcan los hechos.
Los enviados especiales de la cadena estadounidense ABC desplazados a Alemania cubren cada jornada los distintos eventos deportivos. No imaginan lo que está a punto de suceder en la villa olímpica. Recién iniciada la segunda semana de competición, un comando palestino fuertemente armado irrumpe en los apartamentos donde se aloja el equipo israelí. Asesinan a dos de sus miembros por oponer resistencia y mientras algunos logran escapar, otros nueve son retenidos. Exigen que el gobierno de Golda Meir libere a 234 presos árabes, si no, los rehenes serán ejecutados.
La breve introducción contextualiza el relato haciendo particular hincapié en el ánimo redentor de los organizadores. Pretendían dar visibilidad a la condena pública del genocidio nazi mediante un acto público que contó con la participación de atletas judíos. Precisamente, esas intenciones chocaban con el endeble dispositivo de seguridad. Se ignoraron los peligros derivados de la delicada situación política en Oriente Medio. Compone así una denuncia sonrojante y contundente.
Aunque se desarrolla en pocos espacios físicos, las conexiones con el exterior dimensionan el seguimiento de los acontecimientos. Básicamente, profundiza en los personajes atendiendo a sus cargos y responsabilidades. Las dudas, la tensión, la competencia entre los canales de mayor audiencia y los dilemas morales a los cuales se enfrentan cobran un peso determinante. Deben tomar decisiones difíciles rápidamente, asumiendo los riesgos que ello conlleva.
Igualmente, se pone doblemente en valor el mérito de estos entregados profesionales al mostrar con detalle las tecnologías con las que trabajaban. Esas avanzadas herramientas entonces, hoy se antojan primitivas.
Peter Sarsgaard (Memory), un magnífico John Magaro (La gran apuesta), Leonie Benesch (Sala de profesores) y Ben Chaplin (La delgada línea roja) completan unos loables tours de force que elevan la verosimilitud del filme. El grano de la película y los filtros aplicados consiguen unas texturas que también contribuyen a ese propósito.
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