Cristóbal Aguado. /EPDA La presidenta de la Comisión Europea, Ursula Von der Leyen, ha traicionado al sector agrario europeo, y especialmente al mediterráneo, al designar a Teresa Ribera vicepresidenta y comisaria de Transición Limpia, Justa y Competitiva y política de Competencia. Es lamentable la forma tan vil en la que Von der Leyen ha engañado a los agricultores y ganaderos. En vísperas de elecciones lanzó unos mensajes claros y unos compromisos concretos en defensa de la agricultura europea, pero el resultado posterior no es en absoluto el prometido.
Después de la vicepresidencia de Frans Timmermans, creador de un Pacto Verde Europeo de espaldas al sector y destructor de la agricultura mediterránea, ahora toca el turno de Teresa Ribera, enemiga número uno del campo español y camino del europeo. A pesar de sus nefastos precedentes en el Gobierno y de nuestras reiteradas advertencias, Von der Leyen le otorga todas las potestades para que pueda asestar la puñalada definitiva a la rentabilidad agraria y, por tanto, a la autosuficiencia alimentaria europea.
Lamentamos profundamente que Bruselas mienta a la cara a la gente humilde y trabajadora del medio rural que, además de proveer de alimentos a la sociedad, desempeña un papel crucial en la preservación del medioambiente. Ribera ya ha demostrado que actúa contra los agricultores y ganaderos, por lo que su nombramiento sólo puede significar que la Comisión Europea va a seguir poniendo al sector agrario a los pies de los caballos, sin posibilidad de competir en igualdad de condiciones con la competencia desleal de las importaciones procedentes de países terceros, sin posibilidad de combatir las plagas y enfermedades porque prohíbe cada vez más materias activas fitosanitarias, sin posibilidad de garantizar una producción estable por falta de infraestructuras hídricas, sin posibilidad de compatibilizar una población equilibrada de fauna salvaje con la actividad agraria, etc.
Echamos de menos a esos políticos de todos los partidos que hablaban de apostar por la agricultura europea. Los grandes grupos de la Comisión son cómplices. Sus compromisos brillan por su ausencia. Sus programas electorales son papel de váter. Quizás van teniendo razón los agricultores que ya estaban marcando un punto, como comenzó en los Países Bajos y está empezando a ocurrir también en otros países como España, para que el mundo rural abra nuevas opciones políticas menos aborregadas y más fieles al electorado y el territorio.
O los grupos empiezan a descararse en Bruselas o tendrá que ser la población rural la que alce la voz de otra manera. Lo que no puede suceder es este desprecio a los millones de agricultores y personas que viven en el medio rural que no piensan como los radicales ecologistas. Sería bueno que la sociedad prestara atención al mensaje de Manuel Pimentel (‘La venganza del campo’) y de otros intelectuales, porque la desconexión política con el medio rural europeo estaría cada vez más cerca de provocar una gran revuelta agraria. Cuando explote la chispa, la Unión Europea estará en caída libre y sus valores estarán muy lejos de ser conservados.
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