Susana Gisbert. /EPDA En estos momentos, es imposible hablar de otra cosa en Valencia que no sea de esa DANA que nos ha sumido en un infierno de agua, destrucción y barro. Es imposible no tener encogido el corazón, e imposible también no conocer a nadie afectado, se trate de pérdidas humanas o materiales, o ambas un tiempo. Todavía hay personas de las que aún no sabemos nada, e ignoramos sin es porque no pueden comunicar o por algo peor.
Y entre todo eso, por difícil que parezca, hay algo bueno que sacar, o que entresacar al menos. Desde que el cielo se rompió en pedazos y el agua lo destrozó todo, las muestras de solidaridad no han parado. Recogidas de alimentos, de todo tipo de objetos de primera necesidad, aportaciones de dinero, y colaboración en especie, con personas dispuestas a hacer cualquier cosa por ayudar, florecen por todas partes. Fallas, asociaciones de vecinos, grupos organizados o espontáneos se ponen en marcha para echar una mano, andando lo que sea preciso porque las comunicaciones están cortadas.
Confieso que a mí me emociona mucho ver grupos de jóvenes armados con palas y poco más, yendo donde haga falta y desde donde haga falta a quitar barro y limpiar calles. Son jóvenes que, probablemente, tenían otros planes para este puente. Se habrían marchado de escapada, o habrían ido a alguna fiesta de Halloween, esa celebración anglosajona que ya hace tiempo que se ha incrustado entre nuestras costumbres. Sin embargo, hoy el miedo no viene disfrazado de bruja o de zombi. Ha llegado en forma de agua. Y esos mismos jóvenes que se iban a disfrazar hoy se ponen botas y ropas de emergencia para tratar de ayudar. Y su actitud nos devuelve la esperanza en el ser humano, en momentos en que esa esperanza es más necesaria que nunca.
En estos tiempos en que tantas veces denostamos a la juventud actual, nos damos cuenta de que el futuro no es tan negro como nos lo pintaban. Que cuando hace falta, la gente arrima el hombro hasta desbordarse como hizo la maldita agua. Ojalá los poderes públicos estén a la altura de la lección que le está dando la población. Y ojalá, también, que esto no sea flor de un día, porque la recuperación va a ser dura y larga, muy larga.
Lo que ha ocurrido es horroroso, tanto que nadie podía habérselo imaginado. Pero lo de la solidaridad si que era fácil de imaginar, porque la gente, cuando toca, sabe dar la talla. Y con eso es con lo que hemos de quedarnos.
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