Toni Cantó en les Corts Valencianes. EFELo que le está sucediendo a Ciudadanos ya lo hemos visto antes. El partido que llegó a tocar el cielo, está hundiéndose en los infiernos. La formación se equivocó cuando rechazó pactar en el Congreso de los Diputados con el PSOE, cuando ambas formaciones superaban la mayoría absoluta, pero Albert Rivera dijo no y llevó a la formación naranja al desastre. Tras la repetición electoral, Ciudadanos sufría un terrible castigo y lo mismo le ha ocurrido recientemente en Cataluña, al pasar de ser la primera fuerza con 36 diputados a sólo 6. El terremoto murciano con epicentro en Madrid han acabado por dar la puntilla a un partido que se reivindicaba de centro y liberal y que pretendía ser bisagra del PP y del PSOE según el territorio y las circunstancias. Pero ha llegado a su fin.
La pregunta aquí es ¿qué sucederá en la Comunitat Valenciana con Ciudadanos? Gobernando en numerosos municipios, cogobernando la Diputación de Alicante y con representación en muchos Ayuntamientos, los alcaldes y alcaldesas, los concejales y concejalas y los militantes deben decidir ahora si optan por ir al PP -muchos regresarían-, marcharse a casa, buscar otro destino o quedarse y hundirse con dignidad en la formación que surgió con la crisis del bipartidismo y que tiene muy difícil su permanencia.
En mi humilde opinión, Ciudadanos está muerto. Y lo siento por tantas personas honradas que creían en un proyecto que a punto estuvo de superar al PP. En la Comunitat Valenciana, por ejemplo, Toni Cantó catapultó a la formación hasta quedarse a tiro de piedra del PP valenciano encabezado por Isabel Bonig. Pero Cantó ya ha abandonado el barco, dejando sin liderazgo y sin su figura más reconocida y reconocible a la formación en tierras valencianas. Junto a él, el goteo de bajas es incesante y lo peor está por llegar. Falta por ver cómo decenas de concejales emprenden en las próximas semanas y meses nuevos rumbos, la mayoría hacia el Partido Popular, pero no hay que descartar que algunos se integren en alguna formación de carácter valencianista.
Al final, la historia se repite. Unión Valenciana tuvo éxito porque el PP estaba débil. Aquel año 1991 Vicente González Lizondo obtenía 8 concejales, mientras Rita Barberá lograba 9 en el Ayuntamiento de Valencia. El centro derecha comenzó a articularse alrededor del PP, con UV cada vez más desdibujada. En 1995, con el pacto del pollo entre Lizondo y Eduardo Zaplana, se iniciaba el principio del fin del partido valencianista. El PP acabó por comerse a UV, iniciando así un periodo de mayorías absolutas que se mantendrían en el Ayuntamiento, la Generalitat, las Diputaciones y numerosos municipios, hasta el año 2015, cuando el PP perdía casi todo el poder en la Comunitat Valenciana, lastrado por la corrupción. Esa fue la oportunidad de Ciudadanos, que recibía prestados muchos de los sufragios de antiguos votantes enfadados con el PP. Pero aquí nunca tuvo una gran implantación y su debilidad orgánica y estructural y las guerras internas entre familias acabarán por sepultar un proyecto que está amortizado.
La nueva política, muy vieja. A Podemos y a Ciudadanos les ha pasado que en pocos años han llegado, han ganado mucha cuota de poder, han gobernado, han mostrado contradicciones y han cometido errores. De la nueva política han pasado a convertirse en vieja política, incluso muy vieja. Del éxito, al fracaso porque han dejado de ser lo que pregonaban cuando nacieron.
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