Rafael Benavent. /EPDA En el día a día, para desarrollar los contenidos curriculares que se establecen para cualquier etapa educativa y que han de impartirse durante el curso, los docentes, a través de las unidades didácticas (ahora llamadas situaciones de aprendizaje) desarrollamos en el aula una serie de actividades para poder alcanzar los objetivos de aprendizaje.
Con la LOMLOE, la forma de abordar la planificación y estructura de lo que conocíamos como unidades didácticas cambia por las denominadas situaciones de aprendizaje. En el presente artículo vamos a analizar las tres desventajas que presentan las situaciones de aprendizaje al compararlas con sus antecesoras, las unidades didácticas. Pero, para este análisis, cabe recordar primero tanto el enfoque como los elementos curriculares mínimos de las unidades didácticas y de las situaciones de aprendizaje.
Recordemos que la unidad didáctica giraba alrededor de los contenidos y debía contener, como mínimo, los siguientes elementos curriculares: objetivos-contenidos-metodología-criterios de evaluación y las actividades.
Bajo esta estructura, la unidad didáctica se desarrollaba entorno a unos contenidos sobre los que preparábamos las actividades a trabajar con cierta metodología para alcanzar unos objetivos cuya adquisición evaluábamos a través de los criterios de evaluación. Así, el núcleo de la unidad didáctica eran los contenidos.
En cambio, la situación de aprendizaje gira entorno a las competencias específicas de la materia. Unas competencias específicas de la materia que, junto con las competencias específicas de todas las materias, contribuirán a la adquisición de las competencias clave que debe adquirir todo el alumnado al final de cada etapa educativa. Alcanzando así el denominado en la LOMLOE perfil de salida del alumno.
Así, los elementos curriculares básicos para las situaciones de aprendizaje son: competencias específicas – saberes básicos – criterios de evaluación – metodología y actividades. De manera que, al alumnado se le plantea un problema o proyecto (situación de aprendizaje) sobre el cual, a partir de unos saberes básicos mínimos, debe movilizar sus competencias específicas para poder resolverlo y, los docentes, evaluaremos estas competencias mediante los criterios de evaluación asociados.
En primer lugar, el albedrío en los contenidos. Podemos observar que las situaciones de aprendizaje preparan el proceso relegando a los contenidos a un papel secundario. Así como las unidades didácticas eran más disciplinadas en cuanto a los contenidos, ahora, con las situaciones de aprendizaje, los contenidos no importan y con ello se abre la puerta hacia la ambigüedad en la selección de éstos.
Esto implica que se trabajarán unos contenidos u otros de la materia sin un criterio establecido.
Los contenidos (ahora llamado saberes básicos) están en un segundo plano. Se ha llegado al punto de no valorar ya lo que el alumno sabe sino lo que el alumno es capaz de hacer con lo que sabe.
En segundo lugar, el empeño en agrupar materias. El enfoque competencial de las situaciones de aprendizaje construye un marco perfecto para albergar la enseñanza a través de la agrupación de asignaturas. Por tanto, promueve la enseñanza por ámbitos y, si bien ésta puede ser interesante en algunas ocasiones, en general propicia que no se puedan ver con fundamento los contenidos de ninguna de las asignaturas agrupadas bajo el ámbito. Un hecho que podría resumirse mediante el viejo refrán: “quien mucho abarca poco aprieta”. Mezclar asignaturas con el fin de reducir contenidos no es la mejor forma, en general, de conseguir la calidad en la enseñanza que todos deseamos.
En tercer y (de momento) último lugar, la metodología. Así como en las unidades didácticas podíamos utilizar cualquier metodología, en las situaciones de aprendizaje no es así. En las situaciones de aprendizaje, por definición de las mismas, el alumno debe ser el protagonista de su aprendizaje. El discente debe tomar un papel activo en el proceso de enseñanza aprendizaje, éste debe “enfrentarse” al problema planteado (situación de aprendizaje), con lo que ya no valdrían todas aquellas metodologías que no vayan en la línea de esta concepción del aprendizaje o, si se utilizan, con menor protagonismo –lógicamente-.
A modo de conclusión decir que, una vez más, un cambio de ley educativa nos lleva a los docentes a cambios en nuestra forma de enseñar. Pero esta vez, no ha sido un cambio cualesquiera, ha sido muy drástico: los contenidos pasan a un segundo plano y evaluamos por competencias con las situaciones de aprendizaje. Con este cambio de mentalidad –competencias antes que contenidos- vemos que van apareciendo los primeros “puntos débiles”, defectos que antes no teníamos con las unidades didácticas.
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