Empar Marco, a punt.
Principales incumplimiento en mayo de 2019.
Incumplimiento respecto a productoras valencianas.(Prólogo de 'Nacimiento de À Punt, historia de un tongo', título provisional)
Escribir sobre À Punt es hacerlo sobre una historia de ilusión y desengaño. Ilusión por la recuperación del servicio público de radiotelevisión de todos los valencianos y valencianas, tras el dramático cierre de Canal 9, y desengaño porque su puesta en marcha está repleta de errores que han llevado a que la televisión y la radio sean irrelevantes. Por equivocarse, hasta con el nombre. La puntilla con graves consecuencias llegaba el 22 de septiembre en forma de sentencia del Tribunal Superior de Justicia de la Comunitat Valenciana tras la demanda que presenté como candidato a director general en el primer proceso, en enero de 2017, en el que salió elegida por los miembros del Consell Rector Empar Marco. Un ''tongo'' como lo califiqué públicamente y que ahora, seis meses después de abandonar el barco la entonces corresponsal de TV3, el TSJ me ha dado la razón, una sentencia para analizar con mucho detenimiento y que debería suponer la dimisión o el cese de los miembros del Consell Rector que participaron en el paripé y también consecuencias entre los partidos políticos del Botànic que los propusieron y que avalaron todo aquel proceso, un concurso público sobre el papel del Diari Oficial de la Generalitat Valenciana, pero que en realidad era una elección fraudulenta de la candidata preferida por la vicepresidenta, Mónica Oltra.
El Diari Oficial de la Generalitat Valenciana publicaba el 7 de diciembre de 2016 las ''bases de la convocatoria del concurso para la propuesta de nombramiento de la persona que ocupará la Dirección General de la Societat Anònima de Mitjans de Comunicación de la Comunitat Valenciana''. Todavía no se había elegido el nombre de À Punt para llamar a la nueva RTVV. Fue mi compañero Héctor González, presidente de la Asociación Profesional de Periodistas Valencianos, quien me informó y me animó a leer las bases porque entendía que mi perfil encajaba según el apartado 4.2 de los méritos (tener conocimiento de idiomas distintos de los oficiales en la Comunitat Valenciana, tenía B2 de italiano, alemán y francés y C1 de inglés; tener formación en el ámbito de la comunicación (más de 20 años ininterrumpidos trabajando en medios, habiendo dirigido tres años una televisión, los últimos dirigiendo una empresa periodística en expansión...); tener habilidades de liderazgo, dotes de comunicación y dirección de equipos (todo está acreditado en mi CV); tener conocimientos en materia de igualdad de género; tener conocimiento del contexto económico-social, institucional y cultural de la Comunitat Valenciana (después de 20 años y participar en numerosas tertulias de radio y televisión, algo debía saber); tener experiencia profesional o en la gestión de medios audiovisuales (director de televisión, creación de documentales, con premio incluido, organizador de unos premios de TV a nivel nacional...); y tener publicaciones, escritas o audiovisuales, en el ámbito de la comunicación, especialmente en el del audiovisual (decenas de artículos en un blog sobre TV). En méritos obtuve la tercera mejor puntuación y ello pese a que en liderazgo me dieron 2'5 de 15 puntos y en el conocimiento del contexto, 5 de 15 puntos. En dos apartados donde debía rozar los 15 puntos, me castigaron sin saber todavía a día de hoy el porqué de estas notas, que lógicamente al ser subjetivas impidieron escalar hasta el primer puesto en el apartado de méritos, que valía el 30% de la nota final, frente al 60% del proyecto y el 10% de la entrevista final, a la que sólo pasaban los tres supuestamente mejores.
Aquel mes de diciembre de 2016 no lo olvidaré jamás. Finalmente decidí presentarme al ''concurso público'' para elegir al nuevo director general. Por primera vez, iban a ser los méritos del aspirante y no el dedazo lo que guiaría el proceso. Algo novedoso porque así lo habían decidido PSOE y Compromís con el apoyo de Podemos. Era una oportunidad única para quienes siempre criticamos los dedazos. Sin embargo, el proceso fue en realidad un tongo, donde finalmente se impuso la aspirante con el tercer peor Curriculum, la preferida de Compromís y especialmente el de Mónica Oltra. Pero entonces no lo sabía.
Recuedo que fueron unas Navidades muy complicadas. Mientras trabajaba en el proyecto, mi madre fue hospitalizada. Una semana ingresada en el Hospital Arnau de Vilanova por un problema de disnea, por lo que fue especialmente costoso preparar el trabajo que presentaría los primeros días del 2017 en la calle En Bou número 9-11 de Valencia. La suerte estaba echada. Pero las cartas estaban marcadas.
Antes de elegir la terna de tres aspirantes, un compañero periodista ya me anticipó que Empar Marco sería la ganadora porque contaba con el beneplácito de Oltra. No se equivocaba. Lo fui descubriendo poco a poco, a medida que iba conociendo los candidatos y las votaciones del Consell Rector. Lo que se produjo fue una guerra interna entre consejeros propuestos por el PSOE y Compromís, para ver qué candidato de qué partido se llevaba el gato al agua. El proceso estaba plagado de irregularidades, que fui denunciando públicamente, como el hecho de que la fijación de las notas de los apartados de méritos se aprobó el 12 de enero, mientras que en el caso de las partes del proyecto, el 13 de enero, es decir, días después de que los candidatos hubiesen entregado sus CV y proyectos. Después vendría el escándalo de dos incompatibilidades y la 'casualidad' de que un solo consejero, uno de los incompatibles, valorara el proyecto de Empar Marco. Así, si la corresponsal de la tele autonómica catalana lograba la tercera peor puntuación en los méritos (24'5 puntos), su proyecto la catapultaba a la terna final de tres finalistas que pasaban a la entrevista personal con 91 puntos de 100. Sólo con una puntuación tan alta garantizaba que la preferida por Compromís llegara al 'Top 3' y fuera finalmente la elegida. Con el tiempo, además, se ha constatado que Marco incumplió, para más inri, la mayor parte del programa que sirvió como excusa para compensar su pésimo Curriculum. (ver aquí páginas 4-5 los incumplimientos a fecha de mayo de 2019)
La noticia bomba llegaba un 22 de septiembre de 2020, 6 meses después de abandonar la dirección de À Punt Empar Marco, quien extrañamente no quiso optar a la reelección en el segundo 'concurso público', también con muchas sombras. El TSJ me daba la razón, punto por punto y lo hacía, casualidades de la vida, de nuevo con mi madre en el hospital, un día antes de darle el alta, tras pasar 5 días ingresadas por un microinfarto. Se cerraba el círculo de un episodio vergonzoso y que ha dejado al descubierto la manipulación y las mentiras de quienes vendieron el proceso como un concurso público limpio y transparente. La sentencia del TSJ llega tarde y lo hace después de que en primera instancia mi recurso cayera en un juez amigo íntimo de Marco, quien se inhibió del caso y el sustituto lo denegó alegando que no tenía legitimación activa. En otras palabras, que yo como candidato al cargo de director general no estaba legitimado. Una vergonzosa sentencia que no frenó los deseos de que la verdad prevaleciese y llegamos al TSJ, que aunque muy tarde me dio la razón en la sentencia 601/2020 por la que se anula el nombramiento de Empar Marco.
Escribo este libro como el notario que da fe de dos procesos disfrazados de 'concurso público' pero en los que ha quedado patente que los miembros del Consell Rector de la Corporació Valenciana de Mitjans de Comunicació han actuado al dictado de los partidos que los eligieron. En el poco tiempo de vida de À Punt se acumulan los errores, con culpables que tienen nombres y apellidos, que vamos a ir señalando en este libro para que, por lo menos, pueda estudiarse en las Facultades de Ciencias de la Información, cuyos estudiantes, por cierto, apenas tienen opciones de trabajar para la radiotelevisión pública de todos los valencianos y valencianas. Tanto dolor y tanto daño sufrido por cientos de personas con el cierre de Canal 9 no sirvieron para nada. No se aprendió nada.
Errores que encontramos en la propia ley de creación de À Punt y el contrato programa, con los tres partidos del Botànic como responsables, pero especialmente el Podemos de Antonio Montiel; la elección de los directores generales, la primera impuesta finalmente por Compromís y Mónica Oltra pese a tener el tercer peor Curriculum Vitae de cuantos optamos a ese cargo y el segundo, elegido por el Partido Socialista para volver al origen de todo, al Canal 9 de 1989; la elección del nombre de À Punt, un error mayúsculo -uno más- del Consell Rector, que pensabaque la primera letra del abecedario“es el inicio, empezar desde cero, inaugura algo nuevo”, así como que “agotado el criterio de los números, se ha escogido la primera letra”. Agotado estaba el Consell Rector cuando cometió este error, puesto que en el imaginario colectivo seguía el nombre de Canal 9 y había dos razones por las que tenía que haber ganado una opción que recuperara el 9, la primera porque la sociedad valenciana ya tenía identificada la marca histórica y la segunda, porque el número sirve para ubicar en el mando a distancia un canal. El tiempo también me ha dado razón en esto. No en vano, me presenté también al concurso para elegir nombre con dos propuestas que incluían el 9. Otro de los errores es consecuencia de elegir a una directora general sin los méritos apropiados, un equipo directivo sectario que han desarrollado una programación sectaria, dirigida a un sector minoritario de la sociedad valenciana. Espacios, algunos excelentes, pero en general mal programados. Películas americanas en valenciano. Un despropósito que se quería enmendar aumentando el presupuesto, como si fuese sólo una cuestión de dinero. El penúltimo error está en la selección del personal, al cerrar la puerta a las nuevas generaciones de profesionales. Si la directora general, su equipo y el Consell Rector hubiesen velado por cumplir la ley de creación, al menos habrían apostado por productoras valencianas para desarrollar programas. Sin embargo, nunca se ha llegado al 35% que marca la ley. Con 500 empleados mayoritariamente ex trabajadores de Canal 9 y producciones con empresas de fuera de la Comunitat Valenciana, ¿cómo se va a absorber a profesionales valencianos?
Otra de las cuestiones que hay que explicar con detenimiento es el grado de cumplimiento del proyecto que encumbró a Empar Marco a la dirección general. Fracasó en los principales puntos de su propuesta. Sin embargo, ni dimitió, ni tampoco hizo autocrítica los miembros del Consell Rector que la eligieron. Todos son cómplices del desastre, ellos, los partidos políticos que la votaron en les Corts Valencianes y todos los profesionales y colectivos que guardaron silencio ante un proceso que llevé a los tribunales porque era evidente que se trataba de un tongo, de un dedazo disfrazado de concurso público. Sigan leyendo, que les cuento todos los pormenores y todos los entresijos que viví en primera persona.
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