Monasterio Porta Coeli. / EPDAEl monasterio de Porta Coeli, enclavado en la Sierra Calderona (Valencia), es un lugar de contrastes, de silencio y testigo de tragedias. Fundado en 1272, su nombre —Puerta del Cielo— guarda historias que oscilan entre la devoción, el horror y lo inexplicable, os cuento algunas.
En el siglo XV, Inés Pedrós Alpicat desafió las normas al vivir como anacoreta en un monasterio masculino. Al ser descubierta, se retiró a una cueva cercana, donde pasó veinte años de penitencia. Su muerte en 1428 no apagó su leyenda: la Coveta de la Venerable Inés sigue atrayendo a quienes aseguran ver luces extrañas o sentir su presencia.
El monje Bonifacio Ferrer tradujo en el siglo XIV la primera Biblia al valenciano. En 1498, la Inquisición ordenó su destrucción, por peligrosa. El último ejemplar ardió en Estocolmo (1697). Solo sobrevive una página, en Nueva York. ¿Y si otros fragmentos aún yacen ocultos tras los muros del monasterio?
Durante la posguerra (1939-1941), Porta Coeli y su entorno, incluido el actual hospital Doctor Moliner, se convirtieron en campo de concentración. Más de 2.200 prisioneros fueron ejecutados hasta 1956. Se documentan torturas, hambre forzada y el oscuro papel del capellán Tuzón.
El conjunto alberga un acueducto gótico del siglo XV y túneles que alimentan rumores de pasadizos secretos y restos del antiguo poblado andalusí, incluso se cuenta que una joven de origen humilde y un monje, vivieron un amor prohibido. Cada noche, ella cruzaba el acueducto para encontrarse con su amado, hasta que fueron descubiertos. La joven fue expulsada, y el monje, recluido. Su destino trágico sigue resonando en las noches de luna llena, cuando su espíritu de la joven vaga por el acueducto buscando a su amado perdido.
Otro de sus enigmas es un reloj de sol, ubicado en un muro sombrío, alejado del tránsito solar. Su colocación, aparentemente inútil, sugiere un propósito perdido, con simbología vetada por la fe de los cartujos: ¿marca un tiempo distinto, quizá espiritual o simbólico?
Hoy, Porta Coeli invita al recogimiento y la reflexión. Entre sus piedras conviven la fe, el sufrimiento y misterios que el tiempo no ha querido borrar.
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