Barro en el campo de fútbol inutilizado de Catarroja. EFEA todos los que habiendo informes técnicos para actuar en barrancos y ríos.
A quienes olvidaron las tragedias de 1957 y 1982 y las gotas frías de muchos otoños cercanos.
A los valencianos que sólo se manifiestan a toro pasado.
A los políticos que anteponen la pertenencia sectaria y el rifirrafe político, antes que los intereses de su tierra.
A quienes el día 29 no estuvieron a la altura de las circunstancias.
A quienes tardaron demasiados días en coordinar al Ejército, la UME, Bomberos y nunca establecieron un Comité Único de Acción para la reconstrucción de la dañina DANA en la provincia (224 muertos, más de 40.000 millones de euros de impacto económico, 130.000 vehículos inutilizados, transporte público colapsado en Valencia y su área metropolitana, decenas de miles de comercios y empresas destrozadas, decenas de miles de viviendas arrasadas, miles de animales ahogados y decenas de miles de personas con secuelas psicológicas que perdurarán mucho tiempo).
Por vosotros, estas estrofas:
''El agua habló en la Saleta y en el Poyo,
desde Utiel, la Ribera a Chiva,
sus cauces dibujaban su condena,
mas ciegos decidieron dar apoyo
al mármol del desdén y la cadena,
por vuestra actitud pasiva.
El río no perdona la imprudencia,
su furia no obedece a los papeles,
ni cede ante la torpe indiferencia
de aquellos que firmaron sus laureles.
Los mapas ya avisaban de su senda,
los técnicos dejaron su consejo,
mas pudo más la prisa y la prebenda,
el oro disfrazado de reflejo.
Decían los informes: “Limpiad cauces,
cuidad los barrancos y sus laderas,
que un día la tormenta, con sus sauces,
desbordará las aguas prisioneras.”
Mas nadie quiso oír la voz sensata,
miraron a otro lado con desprecio,
pues manda más la silla que la plata,
y más que el bien común, el vil trapecio.
Y cuando el cielo abrió su llanto airado
y el agua reclamó lo que era suyo,
gritó la tierra el daño acumulado,
clamó la mar con lágrimas de orgullo.
Las casas se rompieron con el lodo,
los campos se anegaron en su cieno,
y aquellos que callaron, sobre todo,
miraron a otro lado con desvelo.
No fue la DANA sola la culpable,
ni el trueno ni el furor de la tormenta,
fue el hombre, en su desprecio irreparable,
quien trajo la desgracia que hoy lamenta.
Y el pueblo, resignado, sin más grito,
aguanta el abandono y la desidia,
tolera sin alzar ni un levítico
las migas que le dan con su perfidia.
Nos roban el futuro y la esperanza,
nos dejan sin recursos ni voz firme,
y en vez de alzar el puño en la balanza
seguimos sin protesta, sin redimirme.
Si el agua arrasa todo en su camino,
también lo hace el poder que nos ignora,
mas solo el que combate su destino
rompe el yugo del mal que lo devora''.
Para que nunca vuelva a repetirse, ¡respeten a los valencianos! ¡ejecuten las obras que sean imprescindibles! ¡prioricen nuestras necesidades!
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