Mercedes Caballero. EPDA Sin lugar a dudas, la era digital nos ha permitido alcanzar la llamada “democratización en internet”, un término que utilizan los expertos para explicar cómo en la actualidad millones de personas de cualquier lugar del planeta tienen un acceso ilimitado a la información de una manera accesible y sencilla. Con un solo clic tenemos la posibilidad de informarnos activamente sobre cualquier acontecimiento que ocurra a nuestro alrededor, de conectar con personas que están al otro lado del mundo y hasta de poder convertirnos en consumidores y productores de contenido en la red.
Este importante avance en el acceso ilimitado a la información hace que para la mayoría de la población, conectarse a Internet, consultar aplicaciones de cualquier medio de comunicación, utilizar Whatsapp, Facebook, Instagram, Twitter o TikTok sean ya rutinas de nuestro día a día. En definitiva, ya no somos personas sujetas a los medios de comunicación tradicionales -prensa, radio, televisión- para poder estar informadas. Internet es una poderosa herramienta que nos permite convivir en igualdad de condiciones sobre el acceso a la comunicación. Dispone de una estructura horizontal, permite distribuir y difundir los contenidos de voces que hace solo unos años no tenían espacio y nos permite beneficiarnos de las nuevas tecnologías en cualquier ámbito de nuestras vidas. Sin embargo, aunque pueda parecer una paradoja, muchos de los contenidos que hallamos en Internet, lejos de mantenernos informados, ha dado lugar a un estado permanente de desinformación. El rigor y la verificación, de hecho, son dos elementos esenciales que están siendo socavados en demasiadas ocasiones.
Como consumidores de información, creo que no es necesario aludir a las recientes campañas de desinformación a las que se han visto sometidos destacados personajes públicos. Cualquier persona que consulte la red puede ser capaz de recordar alguna noticia de dudosa veracidad. Estas situaciones, cada vez más repetidas, han dado lugar al término posverdad.
Según la Real Academia de la Lengua Española, hablamos de posverdad para aludir a la distorsión deliberada de una realidad, que manipula creencias y emociones con el fin de influir en la opinión pública y en actitudes sociales. Actualmente, la posverdad y las denominadas fake news o noticias falsas, se han convertido en una verdadera amenaza no solo para la web, sino para nuestros derechos fundamentales. Las fake news son un auténtica arma de manipulación a través de noticias deliberadamente tergiversadas. Como digo, todos hemos leído alguna de ellas y, casi con toda seguridad, nos hemos creído más de una. Sin embargo, no somos del todo conscientes del peligro que entrañan. Y, mucho menos de que todos tenemos una responsabilidad frente a este fenómeno. El periodismo de calidad y el derecho de la ciudadanía a informarse está en tela de juicio.
Uno de los ejemplos más conocidos a nivel internacional fue la campaña que llevó a Trump a la presidencia de EE.UU. Pero también hemos vivido casos mucho más cercanos en los que el uso de las noticias falsas y las redes sociales se han convertido en un arma de destrucción de la imagen pública de personajes públicos.
Los medios de comunicación deben redoblar sus esfuerzos ante el impacto de este fenómeno que se vuelve cada vez más peligroso y que influye de distintas maneras en las prácticas democráticas. En estos tiempos de posverdad y noticias falsas es fundamental un periodismo riguroso y ético en el que la buena praxis haga frente a las falsedades.
Debemos mantener la mirada crítica para denunciar, alertar de los peligros de las malas prácticas y potenciar el periodismo de proximidad, el que mejor entiende la función social del periodismo. Un caso reseñable es el de El Periódico de Aquí, un diario que ha sabido adaptarse a los nuevos tiempos de hipertextualidad en los que vivimos, y que entiende el bien social que supone transmitir una información esencial, veraz y contrastada a cada uno de nuestros municipios. Un medio que comprende nuestro territorio, nuestra identidad y que sitúa en el centro al lector.
Como periodista, pero también como responsable pública, reivindico un periodismo de calidad y de proximidad. Un periodismo que nos aporte conocimientos para que los lectores dispongamos de elementos con los que formar nuestro criterio. Esa debe ser la base de una sociedad libre y democrática. Sin él, nuestra sociedad será vulnerable y estará expuesta a la manipulación y la propaganda.
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