Susana Gisbert./EPDA
Hay gente para todo. Ya me lo decía siempre mi madre
y cada día lo confirmo. Pero hay ocasiones en que se superan todos los límites
de sabihondez y pejiguería. Y en estos momentos tan duros para todo el pueblo
valenciano he visto varias muestras que me han dejado de pasta de boniato. Y no
podía dejar de compartirlos.
Vaya por delante que no voy a referirme a ese partido
de tenis político con el que nos están obsequiando, lanzándose la culpa de unos
a otros como si estuvieran en el mismísimo Roland Garros. Ni puedo hacerlo ni
me apetece lo más mínimo hacerlo, con la que está cayendo. Me voy a referir a
cosas mucho más pedestres, que demuestran lo tiquismiquis que se puede llegar a
ser, aunque no venga a cuento. Porque la tontería humana no conoce límites. Y
de muestra vale un botón. O, mejor, dos.
El primer ejemplo surgió a raíz de la publicación de
un vídeo en la que dos chiquillos de Picanya repartían comida y otras cosas
necesarias a los damnificados por la Dana con una mezcla de inocencia y sabiduría
que no pasó desapercibida en las redes sociales. Unos profesionales de las
artes plásticas, Ceballos y Sanabria, hicieron una viñeta maravillosa que
captaba perfectamente el espíritu de la viñeta, incluyendo dos frases empleadas
por los propios críos: “Y recordar, nunca os rindáis!! …Y comer yogur!” Yo
misma compartí esa imagen porque me encantó. Y, para mi asombro, no han sido
uno ni dos los usuarios de X que, en vez de asumir el verdadero significado del
dibujo y del vídeo que lo inspiró, se dedican a dar lecciones de gramática criticando
el uso del infinitivo cuando debería usarse un imperativo, y del signo de
exclamación solo para cerrar la frase y no para abrirla. Una verdadera
soplapollez, por más que, en lo que dicen, tenga razón. Pero hay ocasiones en
que hay cosas mucho más importantes que tener razón o que enseñar al mundo nuestra
supuesta cultura.
El segundo ejemplo también traía causa de otra viñeta, en este caso, del
prestigioso Paco Roca, que dedicó un dibujo a los voluntarios. Reproducía a una
persona que, escoba en ristre, se dirige, como hicieron tantos y tantas
personas, a limpiar los pueblos afectados. Y también a él le comentan esos
dechados de sabihondez cosas tan trascendentales como que el muchacho de la margen
lleva la escoba demasiado pegada al hombro y esa no es la manera correcta
porque puede coger una infección. Toma ya. Otra soplapollez como la copa de un
pino, porque es lo último en lo que hay que fijarse en este precioso dibujo.
Aunque se tenga razón, que ni lo sé ni me importa.
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