María José Gimeno. / EPDAEl 8 de marzo, no me felicites. El Día Internacional de la Mujer no es una celebración, es una jornada de lucha, memoria y reivindicación.
Memoria, por todas las mujeres que, aun habiendo hecho cosas grandes en la historia de la humanidad, sus nombres han sido borrados o escondidos bajo pseudónimos. También por todas aquellas que han encontrado auténticas trabas a la hora de intentar conseguir lo mismo que los demás… acceder a puestos de responsabilidad, estudiar carreras o practicar deportes, hasta ahora, históricamente “de hombres”.
Reivindicar esta fecha es recordar a todas las que abrieron esos caminos, a las que fueron silenciadas y a las que hoy aún siguen alzando la voz. Es exigir que los derechos conquistados nunca retrocedan, que se pongan en práctica, de verdad, y que la igualdad de género sea una prioridad, no solo una promesa hueca.
Las mujeres no necesitamos reconocimientos por existir. Necesitamos igualdad de oportunidades, respeto y justicia.
Mientras la brecha salarial siga siendo una realidad, mientras miles de mujeres sean víctimas de violencia machista y mientras se nos siga cuestionando por el simple hecho de ser mujeres, el 8M será un grito de protesta, un día de reivindicación, y NO una fiesta.
El feminismo no busca superioridad, busca igualdad. Y aunque hemos avanzado, queda un largo camino por recorrer.
Un camino en el que debemos andar toda la sociedad, junta, de la mano, y en la misma dirección: la de la igualdad real.
Un único camino en el que las instituciones, con sus políticas y acciones para visibilizar a la mujer y reivindicar la igualdad, sean contantes. También desde los medios de comunicación, desde la educación en las aulas y, sobre todo, desde nuestras casas…
Felicitarnos este día es vaciar de sentido una fecha que nació para exigir el derecho de que todas las personas seamos iguales, sin distinción de sexo.
Por eso, este 8 de marzo, no me felicites. Acompáñame a luchar por la igualdad, desde la paz, por un mundo donde ser mujer no implique tener que demostrar constantemente nuestro valor y talento.
Las palabras bonitas no cambian el mundo, pero las acciones conjuntas sí.
Por eso te pido que este 8M no me felicites y que luches conmigo por una sociedad mejor, en la que todas las personas tengamos las mismas oportunidades, sin distinción de género.
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