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Hace poco tiempo se ha estrenado una película en la que, a modo de parodia, se nos enseña una interesante lección que nos debe llevar a la reflexión. Como buena parodia, se nos presenta con humor una situación llevada al extremo que, sin tomarla evidentemente al pie de la letra, nos lleva a pensar sobre una cuestión de fondo como es en este caso la situación actual de nuestra sociedad.
En numerosas ocasiones estamos tan inmersos en la vorágine de la vida actual que no nos paramos a ver si el camino que estamos llevando es el correcto. Nos fijamos más en cómo se dicen las cosas que en lo que se dice, creemos que tenemos muchos amigos cuando tenemos muchos seguidores aunque no los conozcamos y nuestra única relación con ellos en muchos casos sea únicamente nuestras pantallas de ordenador o teléfono móvil, valoramos más una publicación por los “Me gusta” que por el significado, nos interesamos más por la vida personal de un famoso que por los avances científicos que mejoran la calidad de vida de las personas, vemos como nuestros dirigentes toman decisiones por puro interés personal y político en vez de hacerlo por el interés general, vemos como las grandes empresas influyen en nuestra clase dirigente respecto a la toma de decisiones para aumentar sus beneficios en lugar de aumentar los beneficios de la sociedad y, lo peor de todo ante esta situación… ¿qué hacemos…?
Poco o nada, básicamente seguimos haciendo lo que nos dicen y seguimos dando importancia a las cosas que realmente no la tienen.
Hay personas a las que esta película les ha dejado indiferente, a algunas les ha parecido un tostón y otras destacan que es muy larga; Estas afirmaciones son la prueba evidente de que a esta sociedad le falta todavía mucho que aprender.