Una persona aguarda junto al vehículo del retén fúnebre estacionado en la Ciudad de la Justicia donde se encuentra el instituto de medicina legal. EFE/Ana Escobar
El drama humano de la DANA no finaliza con la muerte de familiares y amigos sino que se extiende más allá de la muerte. Así se desprende de las noticias que están recibiendo las primeras personas que han recibido los cuerpos de sus seres queridos tras las autopsias realizadas en Valencia y que a la hora de despedir a sus muertos se encuentran con la imposibilidad de enterralos en sus localidades de origen.
Este es el caso de Juan José Monrabal Ibáñez, vecino de Catarroja, y que perdió a su madre, Isabel Ibáñez Escudero, en la inundación que asoló esta localidad de l’Horta Sud el pasado martes.
Juan José había tratado de convencer a su madre de que fuera a su casa para evitar el peligro de una inundación ya que las informaciones en los medios, y el hecho de que se hubieran cancelado las últimas clases del mediodía en los centros educativos de Catarroja, le habían hecho temer el riesgo de una inundación. Pero sin avisos oficiales, ni bandos del ayuntamiento, su madre declinó la oferta afirmando que quería estar en su casa.
Cuando el peligro ya fue claro y evidente, Juan José salió desde la avenida Jaume I para rescatar a su madre de la vivienda en la calle Peris y Valero. Sin embargo por el camino el agua le impidió avanzar,y a pesar de abandonar su coche y pretender seguir andando, tuvo que ser rescatado de la riada.
Sin móvil, y refugiado en el colegio La Florida, tuvo que esperar hasta el día siguiente para poder contactar con su familia e ir a ver como estaban su suegra y su madre, pero mientras que su suegra había salvado la vida, su madre no tuvo tanta suerte. “Llegué a la casa un metro de barro en las calles. Subí por las escaleras de la terraza con la esperanza de encontrarla allí, pero estaba en su cuarto, flotando. La inundación le pilló cenando, el plato aún estaba sobre la mesa” confiesa, roto de dolor, Juan José Monrabal.
Juan José, que tiene una invalidez en uno de sus brazos, tuvo que pedir ayuda dos veces, una para subir el cuerpo de su madre a una de las camas, para que dejara de flotar. Otra para resguardar el cuerpo en el rellano de un vecino, porque se dio aviso de una posible nueva riada, y temía perder definitivamente el cuerpo de su madre si el agua volvía a entrar en la planta baja de su madre cuya puerta había sido derribada por la fuerza del agua.
Pero su pesadilla no acabó ahí. Una vez realizada la autopsia y entregado el cuerpo, la funeraria le informó de la imposibilidad de enterrar a su madre donde siempre ha querido, en la misma tumba donde reposan los restos de su marido. “Nos dicen que el cementerio está impracticable. Y nos ofrecen la solución de la cremación para que luego pongamos la cenizas donde queramos o llevarla a otra población. Pero mi madre nunca quiso que la quemara, ella siempre deseó reposar junta al hombre con el hombre al que acompañó toda su vida” explica.
Enterrar el cuerpo en otro municipio implicaría tener que esperar 10 años para poder pedir el traslado a Catarroja, lo que complica, y mucho la situación. De momento la funeraria ha entendido la situación y preserva el cuerpo en una de las cámaras del tanatorio, pero con el elevado número de muertos que se esperan, especialmente en l’Horta Sud, pronto habrá problemas de espacio.
“Lo que pido es que se priorice recuperar los cementerios, no sólo el de Catarroja, sino el de todos, porque lo que me está pasando a mí , desgraciadamente, le va a pasar a mucha gente” explica Monrabal.
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