Paco Aguilar. FOTO P. T. El término telebasura tiene su propia definición en la RAE, 1. f. coloq. Conjunto de programas televisivos de contenidos zafios y vulgares. Se utiliza comúnmente para definir una forma de hacer televisión caracterizada por la utilización del morbo, el sensacionalismo y el escándalo como estrategias de atracción de la audiencia.
En estos programas prima el mal gusto, lo escandaloso, el enfrentamiento personal, el insulto y la denigración de los que participan, pero, sobre todo, la imposición a los espectadores de la invasión de la intimidad de los participantes. Confluyen la falta de consideración hacia los valores democráticos y cívicos, con la utilización de un lenguaje chillón, grosero e impúdico y la vulneración de derechos fundamentales, como el derecho a la intimidad, el respeto, el honor, la veracidad o la presunción de inocencia, cuya conculcación no puede defenderse, en ningún caso, apelando a la libertad de expresión.
La telebasura no solo se define por los asuntos que aborda, por los personajes que exhibe y coloca en primer plano, sino, sobre todo, por el enfoque distorsionado que ofrece al tratar dichos asuntos y personajes. Pues recurre a una serie de ingredientes básicos como el reduccionismo, con explicaciones simplistas, parciales e interesadas de los asuntos mas complejos, y la demagogia, que suele presentar todas las opiniones como equivalentes por si mismas, independientemente de los conocimientos o de los fundamentos éticos de sus interlocutores, lo que la convierten en un factor de aculturización y desinformación, así como en un grave obstáculo, para el desarrollo de una opinión pública libre y fundamentada.
En la televisión nos enfrentamos con un fenómeno social complejo, articulado en grandes compañías de cuya objetividad es lÍcito discrepar. Detrás de los medios de comunicación existen intereses, poderes y modelos sociales e ideológicos, cuestionar su objetividad y preguntarse porqué actúan de esta manera, es una forma de empezar a comprender críticamente los mensajes televisivos.
Ha llegado el momento de que todos los agentes implicados en la actividad televisiva tomen conciencia de su responsabilidad ante la telebasura, que por supuesto varia en importancia según la capacidad de cada uno, de condicionar las reglas del mercado. Responsabilidad de los Poderes Públicos, de las cadenas, de los anunciantes. Responsabilidad de los programadores y de los profesionales. Y responsabilidad, también, de los espectadores que no pueden dejarse engañar por la falacia del “espectador soberano”, creyendo que por su mero dominio del mando, tiene la capacidad de modelar la oferta. Deben saber que su decisión de ver un programa u otro, no esta exenta de consecuencias, ni para su propia dignidad, ni para el propio mercado televisivo.
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