Susana Gisbert./EPDA Hace mucho tiempo, cuando yo estaba en plena crianza
de mis hijas, hablaba con una compañera que se acababa de separar y me hacía
una pregunta que recuerdo ahora. ¿Y dónde quieres que encuentre pareja en
Mercadona? Aquella respuesta me pareció muy divertida entonces. No tenía ni
idea que, si mi amiga hubiera viajado en el coche de Regreso al Futuro, se hubiera
encontrado con un escenario que reproducía literalmente sus palabras. Eso sí,
piña mediante.
Lo bien cierto es que ha sido la noticia de estos días.
Y no sé si es una maniobra de los responsables de publicidad de nuestra cadena
de supermercados, de alguna empresa que vende frutos tropicales, o ambas cosas
a un tiempo, pero s así fuera hay que quitarse el sombrero. Se ha hablado más
de esto que s hubieran invertido una millonada en cuñas publicitarias.
Así que ahora resulta que, como anticipaba mi amiga ejerciendo
de pitonisa, El Mercadona se ha convertido en lugar de citas. Ya no hace falta
ir a un programa de televisión y hacer el ridículo delante de todo el mundo,
Con hacerlo delante de quienes estén haciendo la compra es suficiente. Siempre
que no se reproduzca en redes, porque ahí ya la cosa se nos va de las manos.
Pero que nadie se crea que con pasear con cara de
interesante junto a las vitrinas o las cajas es suficiente. De eso nada. Hay
que cumplir unos códigos determinados, que empiezan por una franja horaria
concreta, al final de la tarde, un lugar específico según se quiera una
relación más duradera o un rollito esporádico, unos productos señalados y, la
estrella de la iniciativa, una piña que, además, debe colocarse al revés en el
carro. Con todo eso, basta con hacerse la encontradiza con el carrito para cumplir
con todo el protocolo. A partir de ahí, le toca el turno a Cupido, que debería
estar agradecido porque le facilitan bastante las cosas. Aunque nunca se sabe.
Ignoro si todo este ritual funcionará, y si hay
alguna pareja que haya surgido de ahí, o se tratará de flor de un día -o, mejor
dicho, fruta de una día- pero tampoco creo que haga daño a nadie. De momento,
ha conseguido dos cosas: que nos echemos unas risas, y que acusan más hombres
al súper, que seguro que alguno hay que no lo había pisado en su vida. Y eso no
está nada mal.
El problema es ahora otro. ¿Qué hace alguien que solo
pueda ir a comprar a última hora y necesite, entre otras cosas, una piña? Pues
eso. Ahí lo dejo
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