Los hermanos Larrieu (El amor es un crimen perfecto) presentan un drama con toques de comedia romántica muy original, basado en el libro del escritor Pierric Bailly Le roman de Jim (2021). Pese a que toca temas sensibles, evita buscar los efectos lacrimógenos. La emotividad nace de forma natural y sin artificios. La caracterización que hace del protagonista, tal vez demasiado modélica, permite proyectar unos valores nobles; los opone a quienes se valen de la manipulación y las mentiras sin miramientos. El guion traza perfectamente su recorrido interior mediante unas elipsis narrativas bien aplicadas, igual que ocurre con la voz en off.
El joven y bondadoso Aymeric nunca ha sido un triunfador. Le apasiona la fotografía y cambia frecuentemente de trabajo. Una noche se encuentra con Florence, quien fue compañera suya en uno de tantos supermercados por los que pasó. Sigue soltera y está embarazada, pero ello no le impide que se enamore completamente. Transcurridos unos meses empezará a asumir con ilusión y gusto la paternidad del recién nacido. Siete años después, esa felicidad se verá amenazada por la inesperada aparición del padre biológico de su hijo.
Lejos de lo que pueda pensarse leyendo la premisa, el relato avanza con fluidez y ligereza por terrenos agridulces. Abarca de 1996 a 2022 y escoge los momentos precisos que permiten visibilizar los cambios de los personajes. Confronta la sencillez a la mentalidad retorcida que provoca, de manera intencionada o inconsciente, comportamientos convencieros y al mismo tiempo dolorosos para terceros.
Las diferentes caras de las relaciones paternofiliales, desde las más satisfactorias a las totalmente amargas o desconcertantes, se relevan en una historia que sabe argumentar ese tránsito. Construye así un panorama en el que fluyen distintas emociones.
Con todo, el tono positivo de la película se aprecia en su esperanzadora mirada hacia adelante. Apuesta por la capacidad de abrirse a nuevas oportunidades con la conciencia tranquila e intentar superar los golpes recibidos, aunque sobre el papel no sea fácil.
Karim Leklou (Vincent debe morir) domina los registros de hombre bueno. Además, merecen también atención unas actrices secundarias cuyos papeles son relevantes; en particular destacan Laetitia Dosch y Sara Giraudeau (Adiós, señor Haffmann).
Por otra parte, las imágenes se benefician de los paisajes montañosos que rodean el escenario principal del filme.
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