Calle de la Bodeguita./Amparo Quinzà
Mujer del puro./Amparo QuinzàVisitar La Habana no es visitar una ciudad cualquiera. Desde el primer
momento en que se pisa la isla, el viajero se empapa de una sensación de ritmo,
vida, calor, y sobre todo de gentes, gentes que viven en la calle, porque la
calle es la vida en La Habana, sobre todo en la Habana vieja, declarada
Patrimonio de la Humanidad desde 1981.
Pero vayamos por partes. La mejor época para visitar La Habana es de noviembre
a abril, cuando el porcentaje de humedad es mucho más bajo en este agradable
subclima tropical. La Habana recibe al viajero en un ambiente nada extraño. Parece
que sea una ciudad fácil de recorrer, nada complicada de descubrir, abierta al
mar en ese interminable paseo del Malecón, de más de 5 kilómetros que merece la
pena ser recorrido aunque para ello se necesiten unas cuantas horas de paseo.
Centro estratégico de La Habana, el Malecón es un punto de orientación ideal.
Flanquea todo el barrio del Vedado y del Centro hasta la Habana Vieja. La
avenida seria sin duda la mas hermosa del mundo si las casas no se hubieran descuidado
durante mas de cuarenta años.
Merece la pena ir visionando los personajes que se aposentan en el Malecón
para pescar, para tontear, para descansar, para dormir, para comer, para
enganchar al viajero si pretende «conversar», para ofrecer el periódico Gramma,
órgano oficial del Comité Central del Partido Comunista de Cuba, o para vender
una moneda de tres pesos con la imagen del Che por el módico precio de un euro.
El Malecón y La Habana Vieja es la vida pura y dura de esta isla que desde
1959, cuando el triunfo de la revolución de Fidel Castro, vive en su propio
mundo, un mundo que para el viajero es todo un descubrimiento, difícilmente
igualable en otras partes del planeta. La Habana engancha y enamora. La Habana
provoca que vuelvas.
El aislamiento al que se ve sometido el país se nota y mucho. Esta era la cuarta
vez que visitaba La Habana y apenas noté cambios estructurales en su rico
patrimonio. Si cabe, la construcción de un par de hoteles de cinco estrellas. Aunque
el gobierno cubano hace grandes esfuerzos para recuperar sus edificios históricos,
es complicado invertir el dinero que hace falta. Centenares de edificios están
apuntalados desde hace lustros, y muchos de ellos han caído por el paso del
tiempo. Pese a que la Unesco invierte al ser La Habana Vieja Patrimonio de la
Humanidad, son muchas más las necesidades que las ayudas que llegan a causa del
embargo que sufre la isla por parte americana desde 1962.
La Habana Vieja es un barrio de visita imprescindible. El mas antiguo de la
capital alberga casi un millar de edificios, los mas antiguos de los cuales se
remontan al siglo XVI. La Habana Vieja es la ciudad antigua, formada a partir
del puerto, el centro oficial y la plaza de Armas. Es la ciudad que Alejo
Carpentier llamo «de las columnas», pero que también puede ser denominada de las
rejas, los portalones, el revoco, el deterioro y el rescate, la intimidad, la
sombra, el frescor, los patios… En ella están todos los grandes monumentos
antiguos, las fortalezas, los conventos e iglesias, los palacios, las
callejuelas, los soportales, la densidad humana… La Habana Vieja es el conjunto
colonial mas rico de Latinoamérica y donde se concentra una gran parte de los
dos millones de cubanos que habitan la isla.
Merece la pena iniciar el recorrido desde la Plaza de Armas hasta la Plaza
de la Catedral, donde el bullicio es constante día y noche: vendedores,
músicos, bailarines…es la esencia de la capital. La Plaza de Armas es la plaza
mas antigua de La Habana. En el siglo XVI era el corazón de la ciudad y el capitán
general de la isla asistía a las festividades desde el balcón de su palacio.
Fue abandonada después de la independencia y restaurada en 1935, de acuerdo con
antiguos grabados. Cuatro miraguanos, cuatro palmeras reales y cuatro fuentes
rodean la estatua de Carlos Manuel de Céspedes. La Plaza de Armas, provista de
bancos de mármol y en la que hay libreros de lance, es una de las mas
agradables de la Habana Vieja. Rodeada por magníficos edificios coloniales.
De ahí, caminando por la calle Mercedes se llega a la Plaza de la
Catedralen la que confluyen las calles Empedrado y San Ignacio.
A finales del siglo XVI, este lugar, que se encontraba a un nivel inferior,
era un espacio cenagoso, por lo que era denominado La Ciénaga. Hasta ella
llegaba, en el lugar conocido como El Chorro, la Zanja Real, que se empezó a
construir en torno a 1560 aprovechando el resurgimiento de la ciudad tras el
incendio y saqueo protagonizado en 1555 por los piratas franceses.
En la calle Empedrado se ubica uno de los establecimientos mas famosos del
mundo: «La Bodeguita del Medio» donde es imprescindible tomar un mojito como
manda la tradición. De la Plaza de la Catedral se coge la calle Obispo hasta
llegar al Parque Central, inmenso y ruidoso, donde se encuentra el Capitolio y
al Gran Teatro de la Habana, Alicia Alonso, anteriormente García Lorca. Pero
antes, al final de la calle encontraremos «El Floridita» otra bodega donde se
sirve el mejor daikiri de la isla. Ya lo dijo Ernest Hemingway «mi mojito en la Bodeguita y mi daikiri en
el Floridita». Por cierto, en la calle Obispo encontraremos el hotel «Ambos
Mundos» donde Hemingway se hospedaba en sus constantes viajes a la isla. El
establecimiento está lleno de imágenes suyas.
Uno nunca se cansa de pasear por La Habana Vieja. Es un vicio recorrer sus
calles, tomar una cerveza «Cristal» o «Bucanero» para combatir el calor y sobre
todo mezclarse con los cubanos y cubanas, algo que resulta tremendamente fácil
dado su carácter latino y abierto. Siempre escucharás decir «como estas mi amol?».
comiéndose la «r» cuando preguntes por una calle o una dirección. Los
habitantes de la isla saben que eres extranjero y extranjero en La Habana es
sinónimo de libertad, de nuevas experiencias, de intercambio de ideas, de
pareceres distintos, de nuevos mundos que se abren. Eres extranjero pero eso te
hace sentir menos extranjero que nunca. Vivir La Habana es meterte en su vida.
Un escritor anónimo dejó escrito que: “La
Habana Vieja es para pasearla, y alcanza su hora mas bella al anochecer, cuando
al fondo de una calle que va a dar al mar, se descubre la dorada reverberación
del sol sobre la superficie cio lacea y se advierte de pronto un jirón de brisa
al torcer una esquina o el ritmo de un bongo en el fondo de un portal y la
mulata que cruza la acera con el pelo cuajado de rulos bajo la pañoleta… Entre
estas impresiones el caminante descubrirá una iglesia, una casa señorial, un
palacio que a veces es almacén, otras oficina del Estado, la mayoría una escuela…”
La isla tiene otros lugares que merece la pena visitar como por ejemplo
Miramar. Miramar comienza exactamente al final del Malecón, tras el túnel de
las Américas. Es el barrio por excelencia de las embajadas y de las casas mas
hermosas, construidas en los estilos de los años 30 y 50.
La embajada de Rusia es un monumento en si misma. La llaman «la Torre de
control» y domina uno de los supermercados mejor provistos de la ciudad, el
Diplomercado.
La mayoría de estas magníficas moradas fueron abandonadas por sus
propietarios en 1960 y ocupadas por familias humildes.
Uno de los espacios mas espectaculares de La Habana es también la Plaza de
la Revolucion, en la que caben un millón de personas como se comprobaba
frecuentemente cuando el ex presidente Fidel Castro convocaba a los cubanos en
las fechas señaladas del calendario revolucionario.
La plaza actual, presidida por el monumento a José Martí , esta flanqueada
por edificios oficiales: diversos ministerios, Palacio de Justicia, Biblioteca
Nacional, Comite Central del Partido Comunista, etc.. Permanentemente, existe
un gran retrato del Che Guevara, a quien solo se han dedicado dos monumentos en
Cuba, uno en Santiago y otro en Santa Clara.
Las playas, por orden de cercanía a La Habana, son estas: Bucaranao,
Megano, Santa Maria del Mar, Boca Ciega, Guanabo, Jibacoa y Tropico. La mas
tranquila de todas es evidentemente la mas alejada. Las playas de Tropico y
Jibacoa tienen hermosos fondos coralinos que harán las delicias de cualquier
aficionado al buceo. Para llegar a ellas desde La Habana hay que atravesar
Santa Cruz del Norte, pueblo de pescadores donde se fabrica el ron Havana Club.
Al mismo tiempo encontraremos multitud de fábricas de puros habanos.
En cuanto a los alrededores se puede hacer un recorrido nostálgico tras los
pasos de Hemingway, con Finca Vigía, en el pueblo de San Francisco de Paula o
Cojimar, donde esta inspirado el libro que le valió el premio nobel «El Viejo y
el Mar». Otra opción es investigar los misterios de la santería, en la cercana
ciudad colonial de Guanabacoa o en barrio habanero de Regla.
Los hoteles
de La Habana son una auténtica maravilla para el viajero. Los de Miramar son
mucho más modernos pero quedan alejados, así que la mejor opción es optar por
la zona de la Habana Vieja donde recomendamos los hoteles “Santa Isabel”,
“Valencia”, «Ambos Mundos» o «Sevilla», y en la zona delVedado, se
puedeoptarpor el «Habana Libre» cerca de la Universidad o el
«Hotel Nacional de Cuba», un 5 estrellas considerado uno de los 60 mejores
hoteles del mundo y el primero del Caribe. Declarado Patrimonio de la
Humanidad. Con vista al Malecón y construido en 1930, ha mantenido una serie de
habitaciones con recuerdos de personajes que se hospedaron en ellas como por
ejemplo María Félix, Frank Sinatra, Ava Gardner, John Weismuller, Jorge
Negrete, etc.
En el Vedado se encuentra la famosa heladeria Coppelia a 100 m del Habana
Libre, en la esquina de 23 y L. En esta heladeria al aire libre comienza la película
Fresa y chocolate. Los habaneros adoran el lugar y hacen interminables colas
por dos bolas de helado cuyo sabor no se elige, devoradas en una mesa de cuatro
personas que no siempre se conocen.
En cuanto a las compras, la artesanía y los recuerdos se adquieren por la
calle, así como postales alusivas a la revolución. Naturalmente, no debe
abandonarse Cuba sin llevar ron y cigarros puros. El ron cuesta cuatro veces
menos que en España. Por lo que a los puros se refiere, no los compre nunca por
la calle sino en una tienda especializada o en las fabricas: cuando se sale del
país en ocasiones los aduaneros comprobaran si las cajas de cigarros llevan la
estampilla del Estado, que demuestra que no se compraron en el mercado negro.
Detrás del Capitolio, se encuentra la fabrica de puros Partagás que merece
la pena visitarla. En el edificio que data de 1845, quinientos obreros trabajan
permanentemente y donde se encuentran las famosas “cigarreras”.
Igualmente es obligada una visita al imponente edificio de la Universidad,
con sus 88 escalones y lugar obligado de conversaciones de jóvenes.
La cocina cubana es sencilla y, podríamos decir, campesina. Los platos son
muy poco picantes. El plato nacional es el congri, mezcla de cebolla, arroz
blanco, frijoles negros y tocino, todo frito. El moros y cristianos es una
mezcla de arroz blanco y frijoles negros , (de ahí su nombre). El pollo a la
criolla, muy crujiente, y el cerdo asado, al horno, ahumado a veces, son los
platos cubanos mas sabrosos. La famosa langosta de Cuba queda reservada para
los turistas. Un buen sitio para comer es La Gallega. Es una casa particular a
la que hay que llamar a la puerta. Se encuentra en el Callejón del Chorro, 68,
junto a la Plaza de la Catedral. Una buena langosta acompañada de camarores,
plátano frito, ensalada y arroz con frijoles, junto con un par de cervezas, en
ningún caso superará los 18 euros.
La habana engancha y enamora. Es
pura y dura.
Teatro Alicia Alonso./Amparo Quinzà
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