?La dansà del velatori?./EPDA
Ángel Beitia./EPDALa cultura funeraria está muy presente en toda la provincia
de Valencia. Esto se ha venido aplicando desde que comenzamos a realizar los
primeros enterramientos humanos para evolucionar a diferentes ritos que aún
perduran en nuestro siglo XXI.
En la localidad de Llosa de Ranes existe una ancestral
danza: “la dansà del velatori”. Un baile que se aplicaba cuando fallecía un
menor (normalmente tenía menos de 10 años), la mayoría fallecían por las
terribles epidemias de finales del XIX y principios del XX. Se trata de un ritual funerario
curioso y las pautas que marcaban el
rito, cuando fallecía ese menor, la
iglesia informaba al pueblo con toque de muerte en los tañidos de sus campanas.
La familia y conocidos acudían al domicilio del difunto, preparados para cantar
y bailar esta danza mientras velaban al muerto, de ahí su nombre.
Según las tradiciones, el difunto era colocado en un pequeño
ataúd entre telas blancas rodeado de flores blancas como símbolo de pureza e
inocencia. Al rostro del finado se le aplicaban colores vivos, especialmente el
carmín, como un maquillaje multicolor intentando representar el rostro de un
ángel celestial lleno de vitalidad. Además de diversas figuras religiosas
alrededor del ataúd y diversos candelabros.
Cuando cae el sol, se empezaba a tocar algunos instrumentos
(bandurrias, guitarras, castañuelas) y a cantar, con ello daba paso al rito de
la "dansa del velatori" hasta altas horas de la madrugada.
El misterioso motivo de esta danza era mostrar un camino de
alegría al pequeño difunto en su eterno viaje al más allá. La creencia popular
cree que el menor fallecido no ha pecado a esa corta edad, de ahí la pureza de
su alma, junto a la alegría y festividad. Se ha convertido en una fusión
singular del folclore funerario y nos olvidamos de sus orígenes arcaicos. La
danza como símbolo, como manifestación del cielo en la tierra y de la tierra en
el cielo.
Existe un película que se escenifica bastante bien el rito,
incluso se afirma que el bebé mostrado en el film era un cadáver real:
"Largo viaje" de Patricio Keulen, 1967.
Comparte la noticia
Categorías de la noticia