"Y ya estamos llegando, un día especial, este 11 de marzo. Me tomas la mano, llegamos a un túnel, que apaga la luz”. Confieso que cada vez que escucho la canción Jueves, del grupo la Oreja de Van Gogh, me emociono por la historia que cuenta y el modo en que lo hace. Relata los sentimientos ocultos y sufridos de dos personas que a diario se cruzan en el vagón de un tren.
“Te sientas enfrente y ni te imaginas que llevo por ti mi falda más bonita. Y al verte lanzar un bostezo al cristal se inundan mis pupilas”, sigue la letra con la pericia emotiva de convertir actos prosaicos cotidianos en todo un alarde de romanticismo.
Si la canción conmueve, más lo hace saber que constituye un homenaje a los fallecidos en el atentado terrorista de Madrid de aquel 11 de marzo de 2004 en el metro de la capital de España y que se inspiró en el diario de una joven hallado entre el destrozo. En aquella catástrofe provocada murieron 192 personas, en la sobrevenida de la dana de Valencia del pasado 29 de octubre han fallecido oficialmente 224, cifra a la que se podría sumar tres más que están desaparecidas.
¿Para cuándo una canción que sea, a la vez, recordatorio y tributo a quien perdió la vida en esa tragedia? Como lo fue, aunque en este caso ya existía la canción, Resistiré, en el confinamiento.
Sí, aún queda mucho por resolver y por construir y demasiado dolor por asumir de la letal riada del 29 de octubre de 2024 cuyos efectos padeceremos durante años. No obstante, cantar, aunque no solucione los problemas, sí que alivia e incrementa el nivel de bienestar.
Y las canciones, para que se conviertan en himnos, necesitan de la habilidad de sus autores para entremezclar dosis de emoción, de épica, de ánimo... máxime cuando abordan temas tan delicados. La Oreja de Van Gogh supo hacerlo, cuatro años después de la tragedia de Madrid, con cariño y elegancia. “Dices que me quieres y yo te regalo el último soplo de mi corazón”, concluye su letra.
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