Los llamados “alumbrados” siempre eran sospechosos de herejía y la Inquisición siempre vigilaba a estos personajes y controlaba los “conventículos, un lugar de reuniones de laicos.
El conventículo creado por Gertrudis Tosca, funcionó desde Pascua de Resurrección de 1668 hasta el día del Corpus del mismo año: 60 días.
El ideólogo de este conventículo valenciano es mosén Joan Baptista Oliver, con un turbio pasado de denuncias por exorcismos irregulares, sobre todo a una monja endemoniada y practicándolo con conversos, actitudes que fue castigado por la propia Iglesia quitándole diversos privilegios.
Mosén Oliver, tenía como personas de confianza a los clérigos Remigio Choza y José Torres, religiosos que animaron a Gertrudis a formar parte de su grupo de iluminados. Gertrudis estaba casada con Vicente Lligasa y era madre de cuatro hijos.
Esos encuentros poco tienen de mística, y estuvo cerca de conseguir la santidad, debido a las numerosas personas que se acercaban para lograr su bendición.
La propia Gertrudis urdió la idea de que se le conservaban las hostias consagradas pegadas en sus pezones. Acto “milagroso” que provocó que se acercaran a besar y tocar sus pechos, pues los consideraban “divinos” por el prodigio.
Poco les importaban a los clérigos que estuviera casada y tuviera que mostrar sus pechos al público, además aseguró en los procesos de Inquisición que llegó a tener más de treinta actos carnales en las iglesias valencianas, y que cuando lo consumaba “se libraba un alma del purgatorio”.
Gertrudis aseguraba poseer poderes concedidos por Dios, asegurando conocer cuando el alma de un difunto había alcanzado el cielo, virtud de ser una médium.
Poco duró esos días de éxtasis, de rozar la santidad y ser alabada, cuando una de sus adeptas llamada Ángela Sinisterra, le acercó un ciego para que le recupere la vista, Gertrudis fracasó en su intento, no logró recuperar la vista a ese ciego, una situación que le sumió en una crisis espiritual. A raíz de ello, la consideraron una estafa y falsa religiosa que no tenía la gracia de Dios, lo que procedieron a denunciar y llamar a los evaluadores de la Santa Fe.
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