Susana Gisbert. /EPDA Empieza diciembre y podríamos decir que un año más llega la Navidad, como siempre. Pero no es como siempre. No tiene nada que ver con lo de siempre, aunque, si miramos la televisión, con sus anuncios de turrones, de lotería, de juguetes y de regalos, podríamos pensar que sí. Aunque en Valencia nada será igual. Ni este año ni en mucho tiempo.
El 29 de octubre de 2024 marcó un antes y después. El agua y el barro se llevaron vidas, viviendas, negocios e ilusiones y dejaron fango, destrucción, dolor y polvo. Y con eso es con lo que debemos construir nuestra Navidad.
Es cierto que lo primero que nos pedía el cuerpo es ponernos un crespón negro en el cuerpo y en el alma y no celebrar nada, porque nada hay que celebrar. Pero la vida sigue, y pasadas las primeras reacciones de un luto indiscutible, hay que tirar p’alante porque no queda otra. Como siempre se ha hecho en esta tierra.
Pero esto no significa que podamos fingir que no ha pasado nada Hayamos sido afectados directamente o no, no podemos mirar hacia otro lado y hacer lo de siempre, porque es imposible. Nos faltan muchas personas, y hay miles de familias destrozadas porque el esfuerzo de toda una vida se ha ido al traste. Y eso no se pude tapar con guirnaldas, villancicos, bolas de vidrio y oropel, por más luces que se pongan y más campanas que suenen.
No es cuestión de que el luto dure para siempre. No se pueden suspender las Navidades, ni ponernos un crespón negro eternamente. Hay que seguir, aunque cueste. Porque para esas niñas y niños que tanto han sufrido tienen que volver a pasar los Reyes Magos, y Papá Noel, porque esas personas mayores que no pueden salir de sus casas han de recuperar sus vidas, y porque el maldito barro no puede petrificar a nadie.
Quienes hemos tenido la suerte de no perder tanto, tenemos la responsabilidad de arrimar el hombre para ponérselo más fácil, o, mejor dicho, menos difícil. Pondremos el árbol, sí, pero las bolas serán, al menos metafóricamente, de barro, y al espumillón le sustituirá el polvo que sigue inundando nuestros pueblos.
Hay muchas pequeñas cosas que se pueden hacer, porque, como dijo Galeano, las pequeñas cosas hechas por gente pequeña obran grandes resultados. Cosas como comprar on line en comercios que perdieron su sede física, aportar lo que se pueda, contribuir con iniciativas solidarias o ser parte de cualquiera de los miles de proyectos que surgen para ayudar, que si algo no le falta al pueblo valenciano es imaginación.
No les olvidemos
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