Pere Valenciano. EPDA Vivimos en un mundo globalizado donde las grandes decisiones que nos afectan a las personas, cada vez la toman menos personas, gobiernos y empresas, donde la Inteligencia Artificial, las nuevas tecnologías y la ciencia acaban decidiendo por cada uno de nosotros. En este contexto internacional, cada vez más complejo, la defensa de lo local, de nuestro entorno, adquiere paradójicamente más importancia. O cada pueblo defiende su personalidad o acabará engullido por el torbellino uniformador que da el fenómeno de la globalización. Lo local, sin embargo, no como una mera defensa romántica, sino también como una oportunidad para encontrar en la diferencia una manera de estar y posicionarse en el mundo. Especialmente desde un punto de vista cultural, social y económico.
En este sentido, la Comunitat Valenciana, el que fuera el histórico Reino de Valencia, lo valenciano, debe reivindicarse en su contexto más próximo, España, en Europa, pero también en el mundo. Después de más de 40 años de democracia en España, los valencianos siempre hemos jugado un papel secundario en casi todo, relegados por todos los gobiernos porque siempre hay otros territorios que han sabido imponer sus criterios y sus intereses en asuntos de vital importancia para nuestro presente y futuro, para nuestra calidad de vida, la nuestra, la de nuestros hijos, los hijos de éstos y las generaciones venideras. Los dos grandes partidos han chocado siempre con las federaciones de sus formaciones en otros territorios, pagando siempre en materia de financiación autonómica, inversiones, infraestructuras, grandes eventos o la distribución del agua, un bien escaso imprescindible para los agricultores valencianos, especialmente de las provincias de Alicante y Valencia, o para salvar la Albufera.
El retraso que sufre año a año la Comunitat Valenciana con respecto a otras autonomías viene determinado en una parte importante por ese papel secundario que ha jugado este territorio en el conjunto de España, porque siempre hay una excusa o un problema en otra parte para postergar cualquier inversión importante. Lo hemos visto, por ejemplo, con la autovía A-3 Madrid-Valencia, el AVE Madrid-Valencia -cuya estación Joaquín Sorolla lleva más de una década provisional-, el Corredor Mediterráneo o el tren Gandia-Dénia o la finalización del Parque Central en Valencia con el soterramiento de las vías, un proyecto que comenzó en los años 80. En cuanto a financiación, somos la autonomía peor financiada de España, lo que supone un perjuicio gravísimo para cuestiones tan importantes y transversales como la sanidad o la educación. Y en grandes eventos, este país tiene una deuda con Valencia y Alicante, después de haber apostado por Barcelona, Madrid o Sevilla.
Los dos grandes partidos se han alternado en el poder durante toda la democracia, en los últimos tiempos con distintos socios de gobierno. Nunca los valencianos han tenido un peso específico, un 'lobby' ni en Madrid, ni en Bruselas, que sepa defender nuestros intereses, el presente y el futuro de esta tierra, de sus jóvenes, para que tengan más oportunidades sin tener que irse a Madrid, Barcelona o por medio mundo; de los agricultores, quienes más han sufrido la entrada en la Unión Europea y la PAC, sin posibilidades de competir con terceros países a los que se les exige mucho menos desde el punto de vista fitosanitario, amén de ser los grandes damnificados en la guerra del agua en España. Hay que invertir en el transporte público, especialmente en el tren de cercanías y que el Corredor Mediterráneo, desde Cataluña hasta Andalucía, sea una realidad.
Para posicionar a la Comunitat Valenciana, con sus diferencias provinciales, la riqueza cultural, turística, patrimonial, industrial y agrícola de sus comarcas, para que Valencia juegue un papel relevante en España y Europa, es imprescindible una formación política que ejerza de lobby, un 'acelerador' del potencial valenciano para generar mayor riqueza y calidad de vida, una formación transversal, donde quepan la solución a los problemas sociales, el derecho de las minorías, el apoyo a pymes y autonómos, a los sectores tradicionales del histórico Reino de Valencia, dándoles un impulso en ese mundo globalizado, desde una óptica del Siglo XXI, moderna, integradora, pero también ambiciosa.
Ante los retos de la Comunitat Valenciana y su futuro -el tuyo, el de tus hijos, el de tus nietos y próximas generaciones- podemos hace dos cosas: seguir como hasta ahora, o dar un paso adelante por el bien común y los intereses de nuestra tierra, de todos los que la habitan y también de quienes la visitan. La lucha por preservar nuestras costumbres y nuestra forma de vida, como una manera de vivir en España, Europa y el mundo.
En próximos artículos iré desgranando líneas más concretas en lo que debe configurarse como una tercera vía que ponga el acento en lo valenciano, de manera constructiva, pero sin complejos y sectarismos.
Porque es la hora de Valencia y la Comunitat Valenciana.
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