CARLOS SAN JOSÉ ALONSO. /EPDA Los datos son alarmantes, un 36 por cien de los docentes manifiestan estar desmotivados para afrontar una de las tareas más importantes que puede tener una sociedad: la formación de las futuras generaciones. La escasa remuneración, la falta de reconocimiento social y un sinfín de trabas administrativas y burocráticas que cada día lastran su cometido dibujan una realidad compleja para miles de maestros de toda España que diariamente deben enfrentarse a un sinfín de retos que ponen en peligro su labor educativa y si además, son docentes en la Comunitat Valenciana, el riesgo aumenta exponencialmente.
Desde que se implantó la primera ley educativa en España, no han dejado de sucederse una tras otra sin posibilidad alguna de que se desarrollen; LOECE en 1980, LODE en 1985, LOGSE en 1990, LOCE en 2002, LOE en 2006 y LOMCE en 2013, LOMLOE en 2020... Son demasiadas leyes en poco tiempo para poder establecer ninguna con éxito. El problema ha sido siempre el mismo, la falta de un pacto educativo entre todas las fuerzas políticas y el compromiso de no instrumentalizar la educación para obtener rédito particular que les beneficie electoralmente. Además en nuestra Comunitat, el sinsentido de la legislación educativa se ha visto aderezada con interminables decretos autonómicos utilizando la lengua como arma arrojadiza para mantener la misma tensión política nacional pero con lectura autonómica.
El resultado de todo esto no puede ser otro que maestros desconcertados y desorientados, incapacitados para programar el desarrollo de sus contenidos curriculares debido a la incertidumbre legal que avale la aplicación de sus materias de una forma temporalmente aceptable, familias perdidas porque no pueden seguir el ritmo de cambios del sistema educativo y alumnos desorientados como conejillos de indias de innumerables cambios en su etapa escolar. En estos últimos años se ha implementado una inaceptable burocracia para los profesionales de la educación que dedican más tiempo a rellenar formularios, muchos de ellos incomprensibles, que a enseñar a los niños. Las sucesivas leyes han cambiado la terminología, la metodología, la evaluación, la disposición del aula, los contenidos e interminables aspectos que crean una sensación de no saber muy bien qué hay que enseñar, cómo se enseña, cómo se evalúa… generando una preocupante inseguridad en los profesores que acaban sobreviviendo desmotivados a una lluvia de exigencias administrativas.
Para conseguir una educación de calidad se necesita un pacto educativo estable y duradero con criterios estríctamente pedagógicos entre todas las fuerzas políticas, un aumento de formación y de recursos humanos que garantice una aplicación curricular correcta, una disminución de ratio en las aulas, una apuesta decidida por la inclusión y la atención de los alumnos con necesidades educativas especiales y una política eficaz para recuperar el prestigio de la labor docente. En la Comunitat Valenciana resulta especialmente hiriente como los gobiernos encargados de la educación han cambiado de un extremo al otro en pocos años utilizando la lengua como elemento de lucha, poniendo o quitando el valenciano sin principios pedagógicos, obviando la temporalización y justificando su implementación por cuestiones políticas más que técnicas…
Las urgencias, las imposiciones, la falta de consenso e incluso las amenazas no son buenas compañeras de viaje para unos docentes que además de educadores, son padres, psicólogos, sanitarios, policías, administrativos, informáticos, mediadores... y con escasos recursos tienen que tratar de inculcar unos conceptos educativos y valores personales a una de las generaciones más bombardeadas a estímulos con una falta de atención y concentración alarmante.
Señores políticos que tienen en sus manos la mejora del sistema educativo español: vengan a las aulas, escuchen, vean y aprecien y a partir de ahí, actúen en consecuencia. Gracias
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