Una falla en la cremà. / EPDAEl culto al fuego es una de las más antiguas manifestaciones religiosas de la humanidad. Y esos cultos al fuego tienen nombre en Valencia, que se celebra durante el equinoccio de primavera: Las Fallas.
Tiene un origen pagano, mucho más antiguo que la celebración cristiana que se suele presenciar y de la sugerencia de quemar restos de madera por el gremio de carpinteros del siglo XIX. Se cree que el origen litúrgico de la festividad está relacionado con rituales ancestrales que celebraban la llegada de la primavera y rendían homenaje al sol y al fuego como símbolos de purificación y renovación.
Con la llegada del cristianismo, la Iglesia logró cristianizar estas antiguas celebraciones irreligiosas incorporando la festividad de San José el 19 de marzo. Realmente no existe motivo su elección como santo patrón de esta festividad, según el prestigioso divulgador, Juan G. Atienza, sugiere una de las causas de esta elección: “...los valencianos lo metieron de rondón y sin motivo como patrono de la fiesta fallera y la Iglesia, ante la amenaza latente de las ideas revolucionarias emanadas del marxismo, se apresuró a concederle el patronazgo del mundo del trabajo...”
No hay documentación fiable que nos indique el origen de Las Fallas, pero si hay algunos aportes que en Valencia se realizaban diversas hogueras, como encender fuego en lo alto del Micalet.
Incluso ciertos aportes documentales citan la palabra “falla y hogueras” durante el siglo XVII. Esas liturgias podrían estar inspiradas en la celebraciones del carnaval o de las “Santantonadas”.
Es muy complejo apuntar el momento que surge como fiesta, incluso algunos historiadores sugieren que fue durante la terrible epidemia de la peste que asoló la ciudad en el siglo XIV, que en ese oscuro periodo de enfermedad y muerte, muchos de los habitantes de su época, por temor al contagio, decidieron sacar fuera de sus hogares los enseres, ropas u objetos para quemarlos como un acto ritual de exorcismo, de purificación y para la erradicación de la enfermedad. Quizá fue el primer paso a la celebración fallera.
Así es Valencia, mágica y misteriosa, hasta en sus fiestas.
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