Álvaro GijónComenzar un artículo de opinión pidiendo disculpas al lector no suele ser una buena idea, nunca lo he hecho, pero en este caso lo considero necesario. A ti, que dedicas tu humilde tiempo a leerme, te pido disculpas si por el título piensas que se trata de un artículo sobre animales.
Aunque bueno, en ocasiones algunos actores del panorama político tienen un comportamiento más propio de la sabana tropical que el que corresponde tener a un representante público, pero bueno ese es otro debate distinto a lo que quiero comentarte a continuación.
Si buscas en Google la expresión el mismo perro con distinto collar, nos indica que se utiliza “cuando una situación o persona presenta cambios superficiales que a primera vista parecen significativos, pero que en el fondo no lo son y en realidad sigue todo igual que antes.”
Esta expresión describe a la perfección el espectáculo que el principal partido de la derecha española nos ofreció en vivo y en directo hace solamente unos pocos meses atrás, aunque parezca ahora que haya pasado mucho tiempo.
En cuestión de días, saltaron a la palestra una serie de acusaciones bochornosas de corrupción y espionaje político entre “compañeros de un mismo partido”. Esta tragicomedia, no fue más que el resultado de una serie de conflictos internos por el liderazgo ideológico y la lucha de poder dentro de la formación política.
Así pues, después de unas cuantas puñaladas por la espalda sin derramamiento de sangre, cayó Pablo Casado y se produjo un cambio de liderazgo en el principal partido de la oposición.
Solamente digo cambio de liderazgo porque la agenda y el ideario político siguen siendo los mismos, oposición destructiva para que cuanto peor para España mejor para mi partido.
De ahí que la expresión anterior describa a la perfección la actualidad política en la derecha española, cambio de caras y una rebaja en el tono político para que todo continúe igual.
Ahora, en lugar de insultos, escuchamos el mantra de bajar los impuestos, pero como diría Chanel “ Y no se confundan señora y señores”, continúa siendo el mismo perro con diferente collar.
En política, que es el instrumento para mejorar la vida de los ciudadanos, la oposición debe ser constructiva y debe anteponer los intereses generales a los intereses del propio partido. No es éticamente correcto desear que la situación social y económica vaya lo peor posible para conseguir alcanzar el poder en la siguiente cita electoral.
Tristemente, en nuestro país no tenemos una derecha al nivel del resto de países europeos, capaz alcanzar grandes consensos con el gobierno para conseguir avances sociales. Esto no es así porque lo diga yo, sino que lo han venido demostrando desde que comenzó la legislatura oponiéndose a cualquier medida encaminada a mejorar nuestras condiciones de vida, como por ejemplo: la subida del salario mínimo, la reforma laboral, las medidas económicas contra la COVID-19, la renovación de los órganos constitucionales, y más recientemente, las medidas para paliar los efectos económicos de la invasión de Ucrania.
En definitiva, parece que tenemos una oposición arrinconada en la esquina del cuadrilátero salivando con los dientes largos esperando a que llegue la destrucción total para privatizar las pensiones, retirar fondos en sanidad y educación, bajar impuestos a las rentas altas, imponer un único modelo de familia y poner coto a los derechos sociales que tanto esfuerzo nos han costado conseguir. Todo ello, con la ayuda de la ultraderecha por supuesto.
Ah, por cierto, las dos PP del título no son un error.
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