Jaime Navarro./EPDA Nuestra maltrecha partitocracia, que no ha hecho otra cosa que ir degenerando a su triste paso por nuestras vidas desde aquella jornada ochentera en que al amanecer, y como marcan los cánones, en la Carrera de San Jerónimo, fue guillotinado sin honor alguno MONTESQUIEU. La que esta semana y otra vez, nos vuelve a regalar otro estertor y bizarro espectáculo, a cuenta del Fiscal General del Estado; imputado... sí... pero no dimitido.
Como si no hubiera sido bastante, el vil descenso a los infiernos del más que sospechoso y devastador atentado a unos pocos días de las elecciones, en que los principales y únicos condenados son confidentes de las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado; asistir a su vez al hundimiento en bloque en aquellos años de casi toda la Red de Cajas de Ahorros públicas, precisamente comandadas desde que guillotinamos al sabio francés, por políticos, sindicalistas y patronal. Apuntillando este ducho tridente, y en apenas 25 ejercicios, 200 años de gloriosos éxitos de la banca pública. Que el último apague la luz...
Hoy en esta España política sin pulso, que además de todo lo anterior, ha permitido tozuda e incomprensiblemente, legislatura tras legislatura, ser gobernada y extorsionada por partidos políticos que no llegan ni al 1,4% del censo electoral, frente a los mayoritarios que unidos superan el 60% del censo; ya sin vivienda pública y con unos salarios que hacen huir despavorida a nuestra juventud a otros países.
Pues más del 50% de los modestos sueldos se emplean en sufragar un Estado fallido, que cuando llegó la pandemia, meses antes anunciada, no tenía ni mascarillas. Ni por supuesto equipos de protección para los médicos.
Adónde fueron pues a parar nuestros tan nutridos e infinitos tributos...? Pregúntele usted
a PUJOL, o a ZAPLANA, o a ÁBALOS...
Y no moleste en demasía a la Fiscalía General del Estado...
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