La Font del Canyar. / JSM Hay pueblos que celebran los mayos, otros hacen fiestas de otra
forma, y en otros se hacían fiestas que con el tiempo han desaparecido.
Una de las costumbres del mes de mayo de Casinos, era el primer sábado
después que acababa el baile, la verbena, ir a hacer enramadas a las
chicas, a la vez que obsequiarlas con dulces serenatas que rompían el
silencio de la noche primaveral.
Es una tradición por llamarle de alguna forma que con el tiempo se ha
ido diluyendo hasta desaparecer. Las enramadas eran la esencia
romántica del amor, era la forma de un chico obsequiar a su pretendida,
novia, amiga… habían enramadas rumbosas de rosas, otras de arbustos
aromáticos seleccionados en el campo,(que hay quien descargaba el
remolque cargado de murta y romero), otras remontándonos a años de las
décadas de 1950 o anteriores que se hacían con peladillas, o incluso
otras que se obsequiaba a la novia con una joya.
Hay algún caso que se ha comentado en el pueblo, de estar el novio a
la puerta de la casa de la novia, esperando el amanecer de ese primer
domingo de mayo, para que la chica, se asomará a la puerta a ver la
alfombra floral, y ofrecerle una joya, con la exclamación valenciana de
“la enramá se fa en la má”, y darle en ese momento, un anillo, una
pulsera o un collar… Costumbres románticas y de poderío,
desaparecidas.
Si algún varón se sentía ofendido por la actitud de alguna dama, al
no ser correspondido, o haber recibido alguna “calabaza” sentimental,
ese primer sábado de mayo, también era el momento adecuado para la
venganza: la sorpresa era al abrir la puerta de casa de la señorita, al
amanecer del domingo, esperando la enramada, con el consiguiente
desaliento encontrarte con un palo de pitera. La “Pitera” la Real
Academia Española, la define como “pita (planta)”, y es una planta muy
común en los campos de nuestro término, que florece una vez al año
produciendo una inflorescencia terminal de unos ocho o diez metros de
altura y una anchura superior a los diez cm. de diámetro, terminando
con pequeñas ramas en forma de panícula abierta. Esa sorpresa no era muy
agradable para quien la recibía.
Por otra parte las enramadas iban acompañadas de las serenatas, los
cantos románticos de la Tuna eran la música de fondo en las noches de
mayo: “Despierta dulce amor de mi vida, despierta, si te encuentras
dormida… escucha mi voz vibrar bajo tu ventana…” o aquella que decía:
“No sé res de la tristesa, que hi ha dintre del teu cor, aixua els teus
ulls a l´aire, mira que clara és la nit. Perquè no vull que plores mes,
per un amor perdut, quan la nostra guitarra, ja comença el seu cantar.
No oblides mai aquests moments, i allunya tota tristesa, escolta la
nostra cançó, somia des d'ara amb l'amor. La veu de la tuna se'n va,
però el nostre cor es queda, i pensa que per sempre més recordarem
aquesta nit.
Era una fiesta con guitarras, bandurrias, panderetas, voces, orden y
alegría, las canciones se superponían, se pasaba de la tuna a los
Panchos: “que bonitos ojos tienes debajo de esas dos cejas… Casinera,
salerosa….”, tampoco podían faltar temas jamás olvidados de “Los
Brincos”: “Nunca te podré olvidar, porque me enseñaste a amar. Con un
sorbito de champán brindando por el nuevo amor, la suave luz de aquel
rincón, hizo latir mi corazón. Es tan fácil recordar, siempre que vuelvo
a brindar,¡ Con un sorbito de champán, brindando por el nuevo amor…! Y
entonces, fue cuando te besé, de tu mirar, yo me enamoré…”
Las noches eran largas, no faltaban las garrafas de mistela y vino
dulce, y hasta había chicas tan generosas, que nos abrían la puerta y
nos obsequiaban con un ágape a altas horas de la madrugada. Noches en
vela, noches divertidas, pasionales de bondad, sin hacer daño a nadie,
únicas. En otros tiempos cuando empezaron a existir los tocadiscos, los
cassettes, y los discos de vinilo, se hacía la música con aquellos
aparatos, había que llevar un “ladrón de bombillas” que lo enroscaban
en la puerta de la casa, que en casi todas había un porta-lámparas para
iluminar la entrada, y con un cable alargador se podía enchufar el
aparato para hacer la música, tecnología puntera de los años sesenta.
Pero la tradición hizo que ser recuperaran los cantos a viva voz que
tanto han alegrado las “Noche de ronda, qué triste pasa, qué triste
cruza, por mi balcón. Noche de ronda cómo me hiere, cómo lastima m i
corazón… Luna que se quiebra, sobre la tiniebla se mi soledad… A dónde
vas”, íbamos recorriendo cual peregrinos las calles de Casinos, hasta
que nos sorprendía el amanecer de las cálidas noches de mayo, junio…
hasta agosto en fiestas; despedidas de solteros, felicitaciones a las
novias, comuniones de los hijos… en fin una larga nebulosa que empaña el
acontecer.
Diario de la vida, diario del 2020, mayo del 70, del 80, del 90,
del 2000… “Palmero sube a la palma y dile a la palmerita… quiero que te
pongas la mantilla blanca, quiero que te pongas la mantilla azul…” la
noche nos envuelve, tengo que poner fin a esta crónica de recuerdos que
se la dedico al más insigne “Tuno”, al gran maestro y profesor Manolo
Murgui (otro Murgui, somos tantos, y tantos años) que tanto positivismo y
maestría aporto a esas noches largas, de recuerdos a cada minuto, de
realidad al sonar el bordón y entonar la canción…
“Termina la feria esta noche sin luna, terminan los cantos, con
suspiros de amor. Tranquilo está el parque, esta noche estrellada, las
almas ocultan alegrías y llantos dentro del corazón. ¡Ay, ay, ay ay, ya
no suenan las guitarras, ni los bajos guitarrones. Ya se secaron las
flores que adornaban tu balcón! Ay, ay ay ay, ya no hay fuegos de
colores ni mariachis, ni canciones y a lo lejos por el bosque se va
yendo mi canción.”
Así nos va pasando la vida, así vamos dejando las ilusiones, así se
acaban las tradiciones… Como se decía en uno de los diálogos de la
función de teatro “Sanc Valencina”: “Hoy mi vida es otra, mi vida es
nueva, sin una sombra siquiera, que emborrone mi pasado, por muy triste
que este sea…” El pasado no se emborrona, se revive, hoy brindo estas
letras a todas esas personas que a lo largo de la historia las vivieron
con pasión.
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