Susana Gisbert. /EPDA Este fin de semana se conmemoraba el día contra el cáncer de mama. A día de hoy, todo el mundo conoce a alguien que ya no está por culpa del cáncer de mama. Pero hay algo más importante, todo el mundo conoce también a mujeres que han sobrevivido al cáncer de mama y que disfrutan de una vida plena. Porque ya hace tiempo que la palabra maldita no supone una condena, porque el índice de supervivencia es cada día mayor.
Por eso, es incomprensible que hayan surgido voces, incluso de mujeres famosas, que no solo se oponen a tratarse, sino que cuestionan e incluso niegan la efectividad de las terapias y de los métodos de prevención y diagnóstico. Y eso entraña un enorme peligro.
Es evidente que cada cual puede hacer con su cuerpo y su vida lo que quiera y, llegado el momento, es libre de tratarse o de dejar de hacerlo, asumiendo las consecuencias de sus actos. Per lo que no es admisible es que anuncien esa reticencia a bombo y platillo, negando la eficacia de aquello que ha salvado y está salvando la vida de tantas mujeres. Si no fuese dramático, resultaría cómico que pretendan sostener que el cáncer se cura con agua tibia, bicarbonato, azúcar, limón o cualquier otra cosa. Como tampoco se cura ejecutando danzas tribales Pero las redes sociales hacen su trabajo y pueden llegar a influir tanto que da miedo hasta pensarlo.
Por eso hay que hacer piña como nunca en torno a quienes padecen esta enfermedad y se enfrentan a ella. No diré que luchan, porque ni se trata de una guerra ni han elegido convertirse en soldados y, sobre todo, porque el lenguaje bélico puede llevarnos a reducir la cuestión en una diatriba entre vencedores y vencidos, como si quienes no consiguen curarse tuvieran alguna culpa porque no han peleado lo suficiente. Y eso no es en absoluto así. La vida está llena de ejemplos de personas que han puesto toda la carne en el asador sin conseguir evitar que la enfermedad acabe con ellas.
Hay que estar con las pacientes y con sus familias y hay que estar, sin fisura alguna, con quienes investigan cada día para conseguir una cura y para mejorar la vida de quienes atraviesan este trance. Hay que apoyar todo aquello que convierta el cáncer en un punto y seguido y no en un punto final. Y en eso se han de implicar los estados, que han de dotar de medios a la investigación. No podemos seguir resignándonos a que nuestra juventud tenga que marcharse al extranjero si quiere dedicarse a la investigación.
Comparte la noticia
Categorías de la noticia