Una de las murgas. / EPDA Villar del Arzobispo, pueblo vecino al nuestro, ha celebrado este fin
de semana su gran fiesta del Carnaval, hecho social y festivo que
aglutina a un buen número de visitantes de la Comunidad Valenciana, que
para llegar a su meta, hacen paradas en los diferentes puntos de la
ruta. Casinos también participa de estos Carnavales, no solo
contemplando la fiesta, sino disfrutando de la misma, con la juventud
disfrazada recorriendo las calles del Villar, en ese divertido desfile
donde se mezcla el humor, la elegancia, los sorprendentes vestidos, la
gracia de la fiesta, y el ingenio que se supera cada año con ideas
atrevidas y renovadas que dan vida y nombre a la fiesta. Estamos
hablando de una fiesta especial que se ha sabido superar cada año.
Muchos años he participado como espectador, pero el año pasado por
las redes me encontré con que estaban transmitiendo un espectáculo, que
yo desconocía, ya que la noche del viernes hacen el “Concurso de las
Murgas.” Este año, me abrigue, porque lo hacen al aire libre en la calle
de las Cruces, y con una familia amiga del Villar, me fui a ver el
espectáculo. Si me piden que lo califique con una palabra, puedo decir
que es “ÚNICO.” Nada que envidiar a otros que la televisión los
publicita.
Elegancia, buen hacer sobre las tablas, cuidado de todos los
detalles, humor sin límites, saber poner los “puntos sobre las ies”,
decoro al actuar, puesta en escena impecable y lo más importante, lograr
que el público en el mes de febrero puesto en pie, resista desde las
veintitrés horas hasta que acaba el recital, aplaudiendo y disfrutando
del momento. Hasta aquí solo puedo decir que impecable.
¿Por qué escribo esto? Este año, para mí la noche de las MURGAS (que
nada tiene que ver con nuestro apellido) me ha dado una lección. Una
lección y reflexión que quiero dejarla escrita, porque al fin y al cabo
estoy hablando de un “episodio de vida.”
El primer grupo que salió a actuar llevaba por nombre “Los
Canallitas” fue la gran sorpresa para mí, ver a un grupo de jóvenes,
vestidos de azafatas, impecables, súper arreglados, sin faltarles
detalle de la cabeza a los pies, pasando por las maletas, y con una
perfecta afinación sumada a la exquisita dicción y coordinación.
No escribo para resaltar la primera actuación, luego vino la segunda,
la tercera… y así hasta el final. Todas impecables, divertidas,
punzantes a la hora de reflejar situaciones locales, y como estamos en
Carnaval, dignas de ser reídas cada vez que nombraban algún particular
del pueblo, alguna acción del año… pero esas letras quedan reflejadas en
los libros que se reparten para que el público pueda estar informado en
directo.
Vuelvo a la compañía de vuelo “Los Canallitas” que el año pasado ya
sorprendieron con sus palpitaciones, cuando después de estar una semana
estudiando en Valencia, regresaban al Villar, al encontrarse con el
pueblo se volvían locos de emoción. Eso es amor a lo suyo. Este año,
también fue gracioso su recital, pero me quedo con la última canción:
“ESCALA EN EL CIELO”… no fue una canción, fue un testimonio de amor.
Alejandro, su amigo, un chico de su edad, hace escasos meses, partió,
tomó por equipaje una bicicleta y se fue en busca de un mundo mejor…
fueron días duros, de búsqueda, días tristes hasta el desenlace final.
El dolor de una pérdida joven, sacudió un pueblo.
Sus amigos, no lo han olvidado cantándole así: “No es que no
queden mañanas, no es que la noche sea amarga, es que desde que te
fuiste, me has dejado un hueco que no llena nada. Solo quedan restos de
recuerdos… ¡Suena tu voz cuando empiezo a cantar, como un suspiro que
se oye en el mar! ¡Suena tu voz solo con recordar cómo era nuestra
amistad!
En tu risa tan contagiosa, siempre tu arma más poderosa. Y sin
embargo no tengo miedo, en mi recuerdo sigues con vida. Suena pasado,
suena presente, suena la gente que ya no está… ¡Óyeme cuando a ti te
pase algo, sea lo que sea hermano, no lo calles dímelo! ¡Óyeme no dejes
que eso te pase, tiene una solución!”
Estas letras que nacen del corazón, trocaron la risa en llanto, todos
los rostros que vi, sus mejillas fueron surcadas por las lágrimas; ya
lo dijo Plinio “el joven”: “Res severa est verum gaudium” La verdadera
felicidad es una cosa seria… ¡Grandes “Los Canallitas” al cantar esta
letra, grandes escritores del alma, verdaderos versos impregnados de
pasión, palabras hiladas que deben permanecer escritas en letras de oro y
cincel de platino, en el corazón de un pueblo que saber amar y respetar
a sus vecinos, ¡Glorioso Villar del Arzobispo!
¡Gran Carnaval el de Villar! Exquisitas relaciones con Casinos, pero
sobre todo gran ejemplo el que nos transmitió este grupo de
veinteañeros, que centrados en la fiesta no olvidaron la realidad de la
vida. Debemos tomar nota de su consejo: ¡Óyeme no dejes que eso te pase,
tiene una solución!”
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