Un hombre observa los coches volcados por el paso de la DANA en Picaña (Valencia)Biel Aliño / EFELa Depresión Aislada en Niveles Altos (DANA) (riada o barrancada) es un fenómeno meteorológico que, aunque bien estudiado, sigue generando controversias y debates en torno a su impacto y gestión. ¿Se trata solo de un problema natural inevitable o es posible minimizar sus efectos con políticas adecuadas? Las decisiones pasadas y presentes, la planificación urbana y la respuesta institucional pueden cambiar drásticamente las consecuencias de estos episodios extremos. A continuación, exploramos diez hipótesis que plantean escenarios alternativos sobre cómo podrían haberse mitigado o agravado los efectos de la DANA en la provincia de Valencia en diferentes contextos.
1. Si el Estado español hubiese ejecutado las obras en ríos y barrancos de la provincia de Valencia, es posible que la evacuación del agua hubiese sido más eficiente, reduciendo la inundación de zonas urbanas y agrícolas. los distintos gobiernos de España de la democracia y los partidos que les han apoyado, fallaron.
2. Si la planificación urbanística hubiera respetado los cauces naturales de los ríos y barrancos, muchas áreas no se habrían construido en zonas inundables, evitando daños materiales y humanos.
3. Si la ciudadanía estuviera más informada sobre los protocolos de actuación ante una DANA, se podrían reducir los riesgos personales y tomar medidas preventivas más eficaces.
4. Si las infraestructuras de drenaje estuviesen correctamente mantenidas y adaptadas a eventos extremos, la acumulación de agua en ciudades y carreteras sería menor, disminuyendo el caos y los daños.
5. Si los valencianos reivindicaran más y mejor cuando toca, la inversión en prevención y en infraestructuras hidráulicas sería mayor, reduciendo el impacto de las inundaciones.
6. Si se hubiesen invertido más recursos en sistemas de alerta temprana y previsión meteorológica de precisión, la anticipación a estos episodios habría permitido mejores respuestas y menor improvisación.
7. Si la reforestación de zonas erosionadas hubiese sido una prioridad durante las últimas décadas, la absorción del agua sería mayor y los deslizamientos de tierra menos frecuentes.
8. Si la coordinación entre administraciones locales, autonómicas y estatales fuese más efectiva en emergencias, las ayudas y rescates se desplegarían con mayor rapidez y eficiencia.
9. Si las normativas de construcción obligaran a implementar medidas de resiliencia ante inundaciones, muchas viviendas y edificios estarían mejor preparados para soportar el impacto de una DANA.
10. Si los fondos europeos y nacionales destinados a la adaptación se gestionaran con más transparencia y eficacia, las infraestructuras críticas podrían estar mejor equipadas para soportar eventos meteorológicos extremos.
En definitiva, aunque la DANA es un fenómeno natural inevitable, sus efectos dependen en gran medida de las decisiones humanas. Estas hipótesis nos invitan a reflexionar sobre cómo la prevención, la inversión y la conciencia ciudadana pueden marcar la diferencia en la gestión de estos episodios. Si se actuara con mayor previsión y exigencia, los daños podrían reducirse significativamente. No se trata solo de esperar a la próxima DANA, sino de prepararse mejor para cuando llegue.
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