Ximo Puig, presidente de la Generalitat Valenciana. EFELa pandemia del coronavirus ha dejado en evidencia muchas cosas. Cuando en marzo llegó el estado de alarma y el confinamiento severo en España, muchos pensábamos que las cosas se podían haber hecho mejor, pero aceptábamos que se trataba de un problema mundial, más o menos inesperado, y que debíamos tener paciencia y cumplir con todas las normas que nos habían marcado las autoridades sanitarias. Ocho meses después, superada un periodo de desescalada, una supuesta 'nueva normalidad', una segunda ola y unas fiestas navideñas donde una minoría ha vuelto a hacer lo que les ha dado la gana, sin que nadie frenara la irresponsabilidad de unos cuantos, ha quedado en evidencia muchas cosas:
1. Lentitud en el proceso de vacunación. Después de la correspondiente propaganda por comunidades autonómas del primer o primera vacunado/a, ha quedado patente la ausencia de un plan serio de vacunación, en Europa y, especialmente, en España, con un balance de primera semana por debajo de lo estipulado. No valen excusas. Ni las fiestas, ni los días de descanso de los sanitarios o bajas por ansiedad o enfermedad... Estamos en estado de guerra y, por tanto, lo prioritario es vacunar lo más rápido posible para inmunizar al mayor número de personas. Si no hay personal suficiente, se puede recurrir a hospitales privados, al ejército, Cruz Roja y otras ONGS y cuantas personas y lugares sean necesarios. No me vale compararnos con los países que están peor, sino con aquellos que, como Bélgica o Israel, ya han vacunado a día de hoy a más del 10% de su población. Señores gobernantes, actúen. Día que pasa, día que mueren personas y se hunde la economía. Y con peor situación económica, más drama social. Si en lugar de cientos de muertos al día por un virus, estuviesen muriendo porque caen bombas y estamos en guerra, entonces el Estado -los gobiernos, los fiscales y los jueves, el ejército...- , la sociedad civil, en definitiva, todo el mundo, estaríamos trabajando sin descanso para terminar con esa pérdida insorportable de seres humanos. No habría vacaciones, día o noche, un minuto de descanso. Y, sin embargo, mueren cientos de personas a diario y el ritmo de vacunación es una vergüenza.
2. Irresponsabilidad de un sector de la sociedad. Una minoría de borregos irresponsables llevan poniéndonos en riesgo a la mayoría de personas que intentamos cumplir las normas y trabajar para que la economía no se hunda del todo. Hemos repetido en tertulias y en todas las ventanas del Grupo El Periódico de Aquí, hasta la saciedad, que hay que ponerse la mascarilla, mantener las distancias de seguridad, lavarse frecuentemente las manos, que haya ventilación y tener máximo cuidado en encuentros familiares y con amigos. El contagio lo paramos entre todas las personas. Después de un encierro en nuestras casas y con numerosas restricciones, todavía hay quien no ha entendido nada, actuando de manera irracional e irresponsable.
3. No existen medidas coercitivas. Ni multas que se imponen y se pagan, ni pena de cárcel. Las personas que incumplen las normas y se contagian y contagian a terceros deberían haber sido duramente castigadas. El Sistema no ha funcionado en España, como en otros muchos países. Es ilógico que conducir bajo los efectos del alcohol con una tasa elevada o matar a alguien impliquen penas de prisión y matar a través del contagio de coronavirus no implique absolutamente nada en la mayoría de los casos. Fiscales y jueces deberían tomar nota de los irresponsables e imprudentes, porque de lo que hablamos es de homicidio por imprudencia.
4. No podemos pagar justos por pecadores. La sociedad que mayoritariamente cumple las normas no puede morir, enfermar, cerrar sus negocios, hundirse anímicamente, coger depresiones o morirse de pena por una circunstancia que se está extendiendo excesivamente en el tiempo, por esa minoría de descerebrados. ¿No podemos salir a cenar por las noches? ¿A las 22 horas tenemos que estar en casa? ¿No podemos salir de la Comunitat Valenciana o de un municipio que se ha cerrado perimetralmente? Esto se está convirtiendo en una dictadura.
5. Ayudas económicas de los gobiernos. Los gobiernos no pueden imponer restricciones que implican el hundimiento económico si no van acompañadas de medidas y ayudas económicas directas. Nada de subvenciones, de ERTEs -que sirvieron para los meses de confinamiento radical, pero ya no valen- o anuncios de ayudas en el futuro, que son mera propaganda. El ocio nocturno, la hostelería y el turismo son pilares fundamentales de nuestro tejido productivo y deben dejar de ser criminalizados. Si se cierra por las restricciones debe haber un plan de rescate automático.
6. Golpe moral. Las nuevas restricciones son un mazazo para el ánimo de la sociedad, que lleva haciendo un esfuerzo insoportable desde marzo del 2020. Un golpe moral con consecuencias en la salud mental y en el ánimo económico.
7. Agradecimiento. Querría finalizar agradeciendo a la inmensa mayoría de sociedad responsable, a quienes trabajan dejándose la piel para que la economía no se hunda, a sanitarios, fuerzas del orden, policías, bomberos, Protección Civil, voluntarios y voluntarias y a todos los Ayuntamientos, alcaldes y alcaldesas que están siempre al pie del cañón y aquellas administraciones que están a la altura de las circunstancias.
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