Salvador Murgui Capilla Día uno de abril, pasa el medio día, en el reloj ya sonó la una de la tarde, el sol proclama un fuerte calor, que poco a poco va dando paso a unas tímidas gotas de lluvia. Es la escena de un cielo lloroso, avergonzado, triste… la muerte vuelve a ser noticia.
No me gusta hablar de la muerte, de ese momento donde el dolor acervo taladra los sentimientos y el corazón, de ese efecto terminal que da paso al fin de la vida. La muerte nunca es bien recibida. La esclerosis lateral amiotrófica (ELA, enfermedad de Lou Gehrig o de Stephen Hawking) es una enfermedad neurodegenerativa progresiva que afecta a las neuronas motoras del cerebro, a la médula espinal, y que hace un tiempo decidió anidar en el cuerpo de Salvador.
Recientemente jubilado, empezaba su nueva andadura abrazando el júbilo de esta esperada etapa, cuando descubrieron que el tiempo se puede escapar de las manos, y la vida puede tomar caminos no deseados. Así han sido los últimos meses de vida de nuestro amigo.
Recuerdo que recibimos la primera comunión en 1965, los dos el mismo año, poco tiempo después, paseaba a su sobrinos, los hijos de sus hermanas Isabel y Pilar, que lo han querido como un hijo, al que cuidaron y criaron como tal, al quedar huérfano con corta edad. En los años setenta hicimos los primeros cursos de Bachiller en aquella Academia del Patronato Parroquial, en lo que hoy es el Centro de Pastoral. ¡Cuántos recuerdos de aquella “escaleta” esperando a los profesores, matando el tiempo entre clase y clase jugando en la plaza de la Iglesia! ¡Entonces siendo pobres, éramos millonarios, y no lo sabíamos!
Después la vida nos distanció, cada uno cogió su camino, pero nunca se pierde el contacto cuando los orígenes están en un pueblo pequeño como el nuestro. Salvador en 1972, empezó a jugar al fútbol primero con aquel equipo juvenil que debutó con el nombre de Errante, como recuerdo a aquel equipo que llevaba el mismo nombre hace muchos, y después con el C.D Casinos. En 1972 este equipo en el que Salvador era el portero, contaba con una plantilla de diecinueve jugadores de edades comprendidas entre los doce y dieciséis años; esa temporada jugaron diecisiete partidos y marcaron cincuenta y seis goles, a nuestro equipo le pusieron veinte goles, perdiendo tres encuentros y ganando los catorce restantes.
Una vida dedicada al fútbol, también debutó en dos equipos juveniles, en el Lliria y en el Valencia C. F., aunque siempre estuvo atento al fútbol de su Casinos. El día uno de mayo de 1984, también estuvo presente en el Campo de Deportes de Casinos, cuando se inauguraron los focos de luz, para que nuestros jugadores pudieran entrenar y jugar por la noche, participando en todas las actividades con las que el fútbol ha hecho disfrutar a los aficionados de nuestro pueblo. Hay un recuerdo vivo del año 2002 cuando el Valencia C. F. ganó la Copa del Rey y la UEFA, estas copas vinieron a Casinos, fue Salvador lleno de orgullo y emoción, el conductor del vehículo que las trajo, desde Valencia a nuestro Ayuntamiento, para desde el balcón, hacer el Pregón de las Fiestas Patronales de aquel año.
Son muchos recuerdos, otros que quedan en el baúl de la memoria, y otros que la familia guardará en el corazón, que es imposible reflejarlos en un corto escrito en tan triste momento. Triste por las circunstancias, triste porque estos días los entierros son tan íntimos, que se reducen a la intimidad familiar, y más triste porque la enfermedad devora de forma caprichosa e injustificada las vidas jóvenes que aún pueden dar mucho de sí.
Una vida unida al trabajo, al deporte, a la caza, a la familia, a las amistades, a hacer el bien, en definitiva a los trazos humanos que dejan en el mundo las buenas personas. El pasado mes de febrero, supimos la noticia de que él y su esposa Conchi, ya eran abuelos de una preciosa niña, la primera nieta; hoy en el momento de hacer balance, tiene que pesar en el corazón de todos, que nos ha dejado un buen padre, con dos hijos: María y Salva; un buen esposo y un fiel amigo. Aunque la despedida presencial no sea posible por las normas del momento, un trozo de nuestro corazóny nuestra plegaria, sí que acompañaran hasta la eternidad a este buen vecino y amigo de todos: Salvador Murgui Capilla.
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