El alguacil del Tribunal de las Aguas, Carlos NácherGuarda de la histórica acequia de Rovella desde 1997, Carlos Nácher comenzó a ocuparse de la labor de alguacil del milenario Tribunal de las Aguas de València, de manera definitiva, hace siete años. De ascendencia familiar agricultora, cada jueves, a las 12 en punto, da las palmas que inician la reedición semanal de una tradición que se ha convertido en referente jurídico y atractivo turístico: la asamblea de síndicos.
Los representantes de las acequias adoptan las decisiones, pero usted se ocupa de que todo esté en orden para que puedan deliberar. ¿Cuáles son los prolegómenos de la sesión del tribunal, cada jueves?
Como alguacil monto las sillas, los hierros, las cuerdas. Después bajo las blusas de los síndicos. Luego estoy pendiente de la hora para, a las 12 en punto, cuando suenan las campanas, cortar las conversaciones, dar las palmas convenidas y desfilar hasta el lugar que ocupa el tribunal para iniciar la sesión.
Y entonces llega su ya famosa frase…
Sí, me quito la gorra y digo “en permís de sa senyoria” una vez sentados todos y colgado el gancho.
A partir de aquí, comienza la sesión con igualmente su ritual.
En efecto. Proceso a cantar en dos ocasiones los nombres de las nueve acequias, aunque en los orígenes del tribunal solían ser siete, después se desdobló la de Quart con Faitanar y se convirtieron en ocho, y ahora, aunque existan ocho sillas, el tribunal está compuesto por nueve acequias, incluida la de Xirivella, que todavía no tiene derecho a la citada silla. Cuando canto cada nombre, si existe algo denunciable entran el guarda de la acequia y el denunciante.
¿Y en cuántas ocasiones ocasiones se producen estas denuncias?
La mayoría de las veces no hay. Pueden presentar en seis o siete semanas del año.
Si no aparecen denunciantes, ¿cómo sigue el alguacil con el ritual?
Digo: “senyor president, no n´hi ha denúncies”, y concluye la sesión.
Como testigo y organizador de cada intervención del tribunal, ¿considera que se ha convertido, por su singularidad, en un reclamo turístico de primer orden para la ciudad?
Lo que sí puedo asegurar es que el público se ha duplicado desde 1996. Aumenta, por ejemplo, cuando anclan cruceros en el puerto o cuando llegan grupos de colegio. Con el frío baja la asistencia.
¿Y cree que ese público foráneo aprecia la sesión como una reunión de tribunal o como un espectáculo?
Pues en muchos casos piensan que es teatro puro y no lo es en modo alguno, se trata de un juicio verdadero. En algunas ocasiones nos han dicho que finjamos casos para alargar las sesiones, pero nos hemos negado.
¿Qué llama más la atención del personal que asiste: la vestimenta, el ritual…?
Pues sobre todo nos recalcan lo cortas que son las sesiones. Suelen durar cinco o seis minutos y quien se retrasa llega cuando se han terminado. Incluso los días en que se presentan denuncias, los síndicos son labradores y los temas que salen a colación se resuelven rápido.
No obstante, aunque llueva a cántaros o en Valencia se superen los 35 grados, ¿siempre hay sesión cada jueves?
Sí, excepto un par de semanas en Navidad, que se aplazan. O si el jueves cae en festivo se hace la víspera. Antes, en los años 70, cuando mi abuelo fue síndico de la acequia de Rovella, si no había juicios a celebrar no salían los síndicos y la gente que esperaba se quedaba despagada. Pero luego decidieron hacerlo siempre, haya o no denuncias que dilucidar.
¿Existe algún tópico infundado sobre el tribunal?
Pues, por ejemplo, la expresión “calle vosté, parle vosté”. No es una expresión protocolaria que se diga. La pronunció alguien en una obra de teatro y luego la reafirmó el nombre de un programa de Canal 9. No obstante, no forma parte de las expresiones en el tribunal.
¿Tienen sus espectadores autóctonos asiduos?
Hay un grupo de personas que siempre viene. En general el público es numeroso. Podemos hablar de unas 500 personas que asisten, de media, a ver cada sesión. En temporada alta de turismo acude más gente.
El alguacil del tribunal se distingue por su vestimenta y, en particular, por su gorra y el singular bastón terminado en gancho que sostiene. ¿Tiene algún uso práctico en la actualidad?
Es el símbolo antiguo del alguacil del tribunal. Hoy en día no se gasta, aunque en el pasado sí que se utilizó. Por ejemplo, se habla de que era muy efectivo para arrastrar troncos por el río, para desembozar y también resulta práctico para levantar la parà de la acequia.
Después de siete años de alguacil del tribunal, ¿cómo le gustaría que definiesen su labor?
Pues me quedo con lo que me comentó un amigo: que soy la puerta entre la justicia y el pueblo.
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