Juan Vicente Pérez. / EPDA Cuarenta años después la izquierda se empeña en
acuartelarnos, mientras le dan vueltas a los aspectos formales de la Norma. En
julio, mientras unos estaban con la Moción y otros preparando las vacaciones,
el Partido Popular presentaba un Plan “B” Jurídico en previsión de lo que está
pasando. Seguimos igual, mientras la España real se nos desangra poco a poco en
medio de este desconcierto y caos de gestión. La pandemia se desboca y el
cabreo general va en aumento, después que Sánchez nos anunciara que habíamos
vencido al virus (sic), colocando a toda la sociedad de nuevo en la línea de
fuego.
Una triste realidad que Juan Roig describía desde el
Congreso CEDE en Valencia, al advertir sobre la dicotomía entre salud y
economía: “si respiras mucho y no comes, acabas por no respirar”. Ellos
lo advertían mientras en la Carrera de San Jerónimo las élites políticas
asistían a la escenificación de una Moción de Censura anunciada por VOX y
esperada por el frentepopulismo. Con la pandemia desbocada, el Congreso debatía
una Moción con un guión preestablecido. Abascal necesitaba proyección y el
social-comunismo una excusa para tapar la gestión de la pandemia. En el momento
de mayor debilidad del Ejecutivo, acosado por la gestión, la crisis y los
tribunales, llega VOX y les hecha un capote. Una Moción contra el gobierno que
era un órdago al Partido Popular.
La Política te permite hacer posible lo imposible. De ahí la
importancia en los momentos de dificultad de apelar a la razón, a la
inteligencia y a la reflexión y menos a los sentimientos, símbolos y emociones.
Como nos decía Adela Cortina, “las grandes crisis no solo apelan a la ética
cívica y a la responsabilidad individual y colectiva. Sirven también para
discernir lo trascendente de lo accesorio; lo esencial, de lo superficial”,
una seria advertencia contra los dogmatismos ideológicos y los nacionalismos
que levantan muros entre los ciudadanos. Ella nos recuerda que “es el
momento de las alianzas. Ahora, más que nunca, debemos practicar la
hospitalidad cosmopolita”.
Un toque de atención ante el cabreo general y de manera
especial contra los que ahora se rasgan las vestiduras. Porque para cabreo, el
que sufrieron millones de españoles que vieron como la fragmentación del
centro-derecha abría las puertas de par en par a Sánchez. La negativa a la
propuesta del PP del España Suma (el número de escaños aplicando la Ley d’Hont
con los votos de PP+VOX+Cs y NA sumaba 177, mayoría absoluta. Por separado 152)
es lo que todavía no han explicado. Porque para ganar hay que sumar. Lo otro
son juegos de artificio y España no está para juegos, viendo como la gestión
del gobierno nos sitúa a la cola de todo.
La única esperanza es el alegato histórico de Pablo Casado que
en su intervención escribía una de las páginas más brillantes del
parlamentarismo español. Con eso no se come, esta claro. Pero había que poner
las cosas en su sitio y en la sede de la soberanía nacional demostrar que hay
una alternativa posible al desgobierno que nos azota. Saltándose el guión hizo
reescribir el final del debate a todos. La palabra fue su arma de destrucción
masiva contra el nacional-populismo. La defensa de los principios
constitucionales, de nuestro espíritu europeista que proyectamos al mundo y de
la concordia que hizo posible la Transición, rompió los esquemas de todos
aquellos que buscaban sacar rédito e instrumentalizar la Moción y silenciar a
la España real.
Casado dio voz a esos millones de españoles, que siguiendo
el ejemplo de sus padres y abuelos siguen construyendo puentes. Ahí está la
mayoría de la sociedad española, harta de la política a beneficio de
inventario. Política con mayúsculas que se resumía en sus palabras, “No
quiero a España porque sea perfecta, sino para que lo sea. La España
constitucional es un tesoro al que tenemos que contribuir. Debemos poner en el
centro lo que todos creamos necesario y evitar lo que para cada uno sea
inaceptable. Eso es concordia y la Nación en la que creo.” Yo también lo
creo, por eso Casado me representa.
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