Susana Gisbert. /EPDA Allá por el año 1971 estrenaba Serrat esta canción que hoy todo el mundo es capaz de tararear. Tanto, que, en la reciente entrega de los Premios Princesa de Asturias, donde el cantautor recibió el merecido homenaje que le debÃamos, se arrancó a cantarla tantos años después y pudimos comprobar que, como las cosas buenas, mejora con el tiempo.
Y precisamente estos dÃas, en los que mi tierra lucha por levantarse de uno de los más grandes palos que el destino le ha asestado, no deja de martillearme en la cabeza el tÃtulo de esa canción y lo que significa.
Hemos pasado las primeras fases del duelo, aunque todavÃa quede mucho para reponernos. Sufrimos el impacto de lo sucedido, buscamos a los desaparecidos, lloramos a quienes ya no volverán y empezamos tasar los daños que en nuestra economÃa va a suponer lo sucedido. Y, por supuesto, vivimos en nuestras carnes y en nuestro barro el valor de la apabullante solidaridad, tal vez lo único bueno que sacamos de este drama.
Pero hoy toca rehacerse. Y para ello, hay que empezar con esas pequeñas coas que parecen nimias y son tan importantes. El otro dÃa veÃa en televisión la noticia de que abrÃa el primer bar e Paiporta, todo un sÃmbolo. Usando un sÃmil, podrÃamos decir que es un pequeño paso para su dueño, pero un gran paso para la población. Y como ese bar, este dinosaurio que parecÃa herido de muerte va levantándose como puede.
Casi coincidiendo con la apertura de ese emblemático bar, volvÃa al trabajo una de las compañeras que hasta ahora no se habÃa incorporado por evidente imposibilidad. Confieso que pocos abrazos tan sentidos he dado en mi vida, y también pocas veces he sentido tanto calor en el contacto humano. Estamos de vuelta.
Aquel bar fue uno de los primeros. En todos los pueblos y barrios afectados por la Dana, poco a poco, abrirán otros bares, y farmacias, y colegios, una de las cosas más necesarias. Llegará un momento en que las calles ya no tengan barro, y los transportes vuelvan a funcionar, aunque todavÃa sigan a medio gas. Quienes lo han perdido todo habrán de decidir como enfocar su vida y su negocio, y el mundo tendrá que seguir ayudando para que sea posible.
Han vuelto, a su ritmo, eventos y espectáculos, deportes y actos culturales. No nos queda otra, si queremos volver a ser lo que siempre hemos sido. Y para eso, aquellas pequeñas cosas de las que hablaba Serrat son esenciales. Aunque, como él mismo canta, nos hagan que lloremos cuando nadie nos ve
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