Acompañante. / EPDAEmpieza siendo una idílica comedia romántica y transita hacia un thriller con toques gore que sorprende continuamente. Todo ello envuelto en unas ingeniosas dosis de humor corrosivo perfectamente encajadas. Hay que agradecerle al joven director Drew Hancock el atrevimiento y el esfuerzo volcado en apartarse de los estereotipos. El mérito es doble porque si el chispeante guion rebosa frescura y talento, la realización no ofrece reparos. Puede que no vaya desencaminado en la visión futura de las nuevas tecnologías, aspecto fundamental del relato. Seguramente no conseguirá grandes galardones, pero seducirá al público que busca experiencias novedosas.
Iris y Josh se enamoraron a primera vista en un supermercado. Ahora se disponen a relajarse unos días en la fastuosa mansión de Sergey. Este millonario ruso ha invitado a los mejores amigos de su amante, Kat. Allí, en medio de la naturaleza, lejos del mundanal ruido, no faltan manjares, buena música y bebida en abundancia. Ninguno imagina lo que sucederá cuando el opulento anfitrión se tome unas libertades que no le corresponden.
Los preámbulos no invitan a intuir lo que acontecerá, incluso se antojan algo anodinos; posteriormente, la trama revela su idoneidad. La historia alcanza el punto de inflexión inesperadamente. A partir de ese momento se torna totalmente impredecible. Una tensa incertidumbre domina la película, siempre atemperada por unas notas cómicas que enfatizan sus intenciones abiertamente satíricas.
Nunca dejan de ocurrir cosas. Tras coger impulso no da respiro al espectador y su desarrollo sigue el efecto bola de nieve, alcanzando cotas altamente truculentas, matizadas por eficaces contrapuntos sarcásticos.
En ese recorrido proyecta una imagen asumible del machismo vinculado a los avances de la inteligencia artificial e ironiza sobre la liberación femenina y los peligros del progreso descontrolado. Aunque cabría pensar lo contrario, no se excede en la fabulación.
Varias de las ideas que maneja las encontramos en otros títulos; no obstante, aquí las lleva un paso más allá.
Sophie Thatcher, que ya apuntó recientemente unas prometedoras maneras en Heretic (Hereje), conduce el filme con determinación y firmeza. Se convierte en la auténtica reina de la función desde el principio. No desentona Jack Quaid (Scream), cuyo papel le exige unos pronunciados cambios de registro.
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