Vicente Pes. EPDA Apenas hacen falta unos segundos para que la vida dé un vuelco. Para que se desmoronen todos los planes, para que se echen por tierra los sueños y las ilusiones cultivadas con tanta paciencia a lo largo de los años. Para que todo cambie de color y se transforme de repente en un paisaje grisáceo.
A Vicente Pes, natural del Puerto de Sagunto, nadie le tiene que explicar lo que significan estas palabras. El 18 de septiembre de 2017, un lunes que podría haber pasado sin pena ni gloria en el calendario como cualquier otro, se convirtió en una fecha maldita que ni él ni su familia podrían olvidar jamás. Ese día, sin esperarlo, fue el inicio de una odisea que todavía se prolonga hasta la actualidad, casi tres años después.
Aquel 18 de septiembre, Vicente y su esposa Paqui Rivas se dirigieron a la estación de trenes de Atocha. Viajaban en ocasiones porque querían conocer mundo: Vietnam, Canadá, China… Una merecida recompensa tras tantos años en los que Vicente había estado trabajando duro en los Altos Hornos hasta que se jubiló. En esta ocasión se dirigían a Guatemala a pasar unos días. Por ello, tenían previsto coger un Cercanías en Madrid que les llevara a la Terminal 4 del aeropuerto.
Una vez en la estación, Vicente y Paqui se dispusieron a bajar por unas escaleras mecánicas, paradas, que daban acceso a la vía donde tenía que parar su tren. Pero algo ocurrió. Cuestión de segundos. Esos segundos que hacen falta para que todo cambie. Los escalones eran estrechos y elevados. Vicente, que cargaba con su maleta, perdió el equilibrio y se precipitó hacia adelante. Escalón tras escalón, su cuerpo recibió varios impactos hasta que llegó al pie de la escalera y quedó tendido en el suelo. Paqui lloraba y gritaba su nombre mientras corría como podía para llegar junto a su marido, temiendo lo peor.
Vicente estaba consciente, pero tenía la cara ensangrentada, el cuerpo lleno de rasguños y golpes, y sentía un dolor indescriptible. Su mujer quiso acercarse, pero alguien le apartó mientras llegaban vigilantes y agentes de policía. La ambulancia acudió a las 15:05.
Sin embargo, la llegada al centro médico no fue sino otra tragedia más. El Hospital Fundación Jiménez Díaz, del Grupo Quirónsalud, acogió a Vicente en un box de urgencias durante muchas horas, desamparado, por “falta de habitaciones libres”, según les comunicaron en el hospital. La familia de Vicente descubrió posteriormente que sí había habitaciones disponibles.
Las horas trascurrieron como una eternidad para un hombre cuyo terrible dolor no cesaba: dos húmeros rotos, un coágulo en la cabeza, heridas y contusiones. Un traumatólogo acudió para avisar a la familia de que al día siguiente comunicarían si era necesario operar el húmero izquierdo. Una decisión que nadie llegó a anunciar ni el martes, ni el miércoles… a pesar de las reclamaciones. El trato fue lamentable: ni siquiera se preocuparon de limpiar y cambiarle las sábanas en las más de 90 horas que permaneció en el box. Vicente, en su estado, no podía levantarse sin marearse y caer. A pesar de ello, el hospital concluyó que debían darle el alta. Nadie se lo explicaba. Finalmente, después de varias gestiones, el viernes de esa semana fue trasladado en ambulancia al Hospital de Sagunto, donde las diferencias resultaron abismales. Allí, considerando que su brazo podría quedar muy perjudicado, no dudaron en operarle.
“Si los traumatólogos del Hospital FJD hubiesen tenido claro que el húmero izquierdo de mi padre no había que operarlo –al igual que el derecho– pienso que hubiesen venido a comunicárnoslo tranquilamente. Pero, el hecho de que ninguno viniese a dar explicaciones (a dar la cara), me hace pensar que sabían perfectamente que había que operarle, si no, ¿qué otro motivo podía haber para que ninguno viniese a hablar con nosotros?”, reflexiona el hijo de Vicente, Carlos Pes.
Poco después, Carlos descubrió que el accidente con las escaleras podía ser algo más que un simple accidente. Al parecer, no era la primera vez que las escaleras por las que se precipitó Vicente daban problemas. Ni siquiera eran las únicas: en otras muchas estaciones de Madrid también había habido muchas quejas.
“A raíz del accidente de mi padre, Renfe colocó a personal delante de las escaleras de acceso a los trenes de Cercanías de Atocha recomendando a la gente que llevaba maletas que fuesen por otras escaleras que están más al fondo –por un lateral– y son menos peligrosas. Pero a mis padres nadie les avisó, nadie les indicó que había otras escaleras más seguras por donde poder acceder a la vía 1”, explica el hijo de Vicente.
Estos hechos motivaron que la familia de Vicente Pes interpusiera una demanda contra Renfe que todavía hoy no se ha resuelto y está pendiente de ser dirimida en los tribunales.
“Nunca pensé que vería sufrir tanto a mis padres. Ellos, mi hermano y yo, nos sentimos con el deber moral de dar a conocer públicamente lo que nos ha pasado. Mi padre podía haber perdido la vida al caer por las escaleras mecánicas de Atocha”, cuenta Carlos. Todavía están muy presentes los meses de conmoción, rehabilitación y sufrimiento que vinieron después, no sólo para Vicente sino también para su mujer y sus dos hijos. Las secuelas van a ser irreparables aunque traten de aplacarse a través de la pintura, como hace Paqui
plasmando sobre óleo aquellos duros días.
‘35 ESCALONES’
Este mes, tres años después del terrible suceso que cambiaría la vida de Vicente Pes y sus allegados, su hijo Carlos publica el libro ‘35 ESCALONES’, donde narra desde el primer momento hasta la actualidad cada detalle de esta historia, aportando pruebas y dejando grabado el duro testimonio de una familia que, además de presenciar el dolor físico y emocional de su padre por la caída, hubo de enfrentarse a una demanda contra RENFE que aún hoy no se ha resuelto y al pésimo trato por parte del Hospital Fundación Jiménez Díaz.
El libro verá la luz el próximo 25 de junio y se podrá
comprar en Amazon en formato físico y digital por un precio reducido, pues “no se trata de ganar dinero, sino de que la historia llegue a mucha gente y que nuestro testimonio pueda ayudar a personas que hayan sufrido hechos similares”, afirma Carlos Pes. La productora porteña Veus Produccions, bajo la batuta de Alberto Rey, ha elaborado un booktráiler sobre la obra que se puede visualizar
aquí.
Esta publicación es un grito de indignación, el fiel reflejo de una historia que no debe caer en el olvido. Una voz que, en vez de ser silenciada, va a pasar a formar parte de la memoria colectiva. Quizá pueda ayudar a alguien más. “Todo lo que nos ha ocurrido se podía haber evitado. El pasado ya no se puede cambiar. Pero el futuro sí”.
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