Sergio López, CEO de www.viviendea.com Ya no hay duda de que cualquier tipo de vivienda de
nueva construcción que se ponga en el mercado no solo tiene que ser sostenible
como argumento de venta, tiene que serlo en su ADN.
Es muy sencillo poner una hoja verde en el cartel comercial,
ponerle el sello sostenible que más les guste (a ustedes o al promotor) y
gritar a los cuatro vientos que la promoción es un adalid de la sostenibilidad.
Es lo que ahora se lleva (por fin), pero tiene que ser algo más que una moda
pasajera y un argumento que mejore las ventas. Tiene que ser un fin.
Por otro lado, actualmente hay muchos gurús de la
sostenibilidad que se rasgan las vestiduras al no entender que todo el sector
apueste por ella. Lo difícil (y pocos de esos gurús se han puesto manos a la
obra) es luego materializar, es decir, construir, ese edificio sostenible,
porque, no nos engañemos, el coste de la construcción aumenta y por lo tanto el
precio de adquisición de esa vivienda también. Es cierto que luego se amortiza
(cada vez en menos años), pero el capital y el ahorro hay que tenerlo ya, y ya
sabemos la dificultad de ahorro y de acceso a la vivienda que tenemos en España.
Lo primero que tenemos que hacer es no marear al
cliente con tantos sellos y tan distintos. ¿Qué es mejor, una vivienda Breem, una Leed, una Passive, Green Building
o una A del Código Técnico? Pues depende. Pero el que no tiene prácticamente ni
idea de lo que estamos hablando es el comprador final. Deberíamos unificar el
sello de sostenibilidad para transmitir un mensaje claro y comprensible por
personas ajenas a nuestro sector. Todo el mundo entiende que un electrodoméstico
A es mejor que uno B, pues hagamos lo mismo. No confundamos, nos estamos
pegando un tiro en el pie.
Lo segundo que se tendría que promover son iniciativas
desde la administración para favorecer la materialización de este tipo de
viviendas. No en forma de ayudas (como por ejemplo las ayudas al automóvil
eléctrico).
Marcar una exigencia mínima elevada en cuanto a sostenibilidad y gravar esa vivienda
con un 4% en vez de con un 10%. Con eso se absorbería el incremento del coste
de la construcción y, con el mismo coste final, nuestro parque inmobiliario de
nueva construcción dejará de querer ser sostenible para pasar a serlo, no
suponiendo un esfuerzo extra a las familias que quieran acceder a una vivienda
de nueva construcción.
Porque la sostenibilidad tiene que ser entendida
como algo a lo que puedan acceder todas las personas, independientemente de su
condición. Si únicamente pueden acceder a una vivienda sostenible
aquellos con más ingresos (del mismo modo que a un vehículo eléctrico), el
argumento se diluye y nos quedará muy bonito en nuestro portfolio, pero nuestro
pequeño gran planeta seguirá sufriendo porque la acción
será insuficiente.
Convertir esa llamada de SOS en sostenibilidad
depende de todos, con soluciones que lleguen a todos.
A fin de cuentas, el aire que respiramos es el mismo
para todos.
Y, por ahora, es gratis.
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