Entre los años 1756-1758 una plaga de langosta devastó los
campos valencianos, pero no fue la única efeméride. En el Reino de Valencia,
existen registros de plagas de langostas en varios períodos, especialmente en
los siglos XIV y XV.
Uno de los momentos más críticos fue en el siglo XIV, cuando
la peste negra (1347-1351) coincidió con malas cosechas y plagas de insectos,
agravando la crisis económica y demográfica de la época. Las autoridades
valencianas llegaron a pagar recompensas por la recolección de langostas
muertas como forma de control incluso la Inquisición actuó en la búsqueda de
culpables, ya que hubo acusaciones de brujería por invocar al diablo y provocar
la muerte del campo y, con ello, la llegada de la enfermedad y el hambre.
Requena, Xàtiva, Alzira o Utiel fueron de las localidades
más castigadas por la plaga de langosta, que las consideraban como un castigo
de Dios por los pecados cometidos como el adulterio, no ir a misa, no dar
diezmo…entre otros.
La forma que combatían las plagas de langosta era aplicar
ritos de exorcismo al campo, además de plantar diversas cruces como elemento
disuasorio o recurrir a una macabra procesión con la calavera de San Gregorio
Ostiense por los terrenos afectados.
En Xátiva se realizaron nada menos que 24 misas preventiva
así como procesiones sin escatimar gastos. En Alzira, se decidieron por
procesiones de flagelantes, tiñendo de sangre sus calles y caminos, en cierta
medida, muchas de estas procesiones
contra plagas pueden considerarse precursoras de algunas tradiciones de
la Semana Santa.
Las plagas de
langosta en la Valencia medieval no solo devoraban cosechas, sino que también
alimentaban el temor a fuerzas invisibles. Entre el humo de hogueras y las
sombras de las procesiones, se susurraba que no eran solo un castigo divino,
sino heraldos de un mal aún mayor, presagio de hambre, muerte y desesperación.
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