Abel Caballero, conocido por sus abultadas mayorías absolutas como alcalde de Vigo, repite en sus entrevistas que no se marcha de su ciudad ni cuando tiene vacaciones. Que es el mejor lugar para disfrutarlas. Al margen del tinte chovinista y subjetivo de la expresión que quien ha visitado Vigo posiblemente comparta, la apreciación tiene su lógica.
Personalmente no coincido con Caballero pese a mi veneración por Valencia, porque prefiero disfrutar de tiempo libre en lugares menos trillados o que me permitan afrontar o paladear realidades diferentes. No obstante, como insisto, tiene su cogollo práctico. Las vacaciones suelen conllevar más tiempo de ocio. Y este último posibilita dedicar horas a actividades inusuales el resto del año. Por ejemplo, a pasear con calma.
Muchos vecinos de la ciudad transitan a diario por su barriada o en el camino del trabajo o lugar de estudio a su vivienda. O se desplazan al supermercado, al comercio de proximidad al centro de salud o al bar de la esquina en recorridos repetitivos.
Cambian de espacio en Valencia para acudir al hospital, a un restaurante, a un gimnasio, al colegio o a un largo etcétera de alternativas, pero siempre con un destino prefijado. Lo hacen con una meta muy concreta y por un trayecto del que lo que importa consiste en atravesarlo lo antes posible.
En vacaciones la percepción del tiempo se transforma. Las prisas no lo son tanto. O de eso se trata. Y Valencia ofrece una elevada posibilidad de recorridos para disfrutarlos que no por conocidos desmerecen un paseo atento.
La lista comienza, desde luego, por el Jardín del Turia, sobre todo buscando la sombra de las sendas del interior de las pinadas en los tramos donde las hay.
Y sigue ese listado por los caminos de huerta de La Punta, Campanar-Benimàmet o Poble Nou y Casas de Bárcena. Si nos alejamos hasta la pedanía de Mahuella quedaremos prendados. Si no podemos tanto, siempre nos quedan parques como los de San Marcelino, Marxalenes, Orriols o Benicalap. O playas como El Perellonet, Pinedo o Malvarrosa. Porque Valencia, efectivamente, da de sí para saborearla a fondo en vacaciones. Quizás, por disponibilidad de tiempo, sea el mejor momento para hacerlo.