La reciente publicación por parte de la Comisión Europea del
proyecto de reglamento que propone cambiar los controles
exhaustivos sobre
la importación
de productos
ecológicos de
alto riesgo
preocupa al
sector agrÃcola
y a los
ambientalistas. El debate en torno a esta decisión pone de
manifiesto las crecientes tensiones en la polÃtica agrÃcola
europea, que busca mantener un equilibrio entre sostenibilidad y
competitividad en el mercado.
El
proyecto sugiere
eliminar el
100% de
las regulaciones
obligatorias para
productos ecológicos
de alto
riesgo. Sin embargo, grupos como la Asociación Valenciana de
Agricultores (AVA-ASAJA) advierten que dicho cambio podrÃa suponer
riesgos para la seguridad alimentaria y la competitividad de los
productores locales.
La Comisión
Europea argumenta
que reducir
las inspecciones
de la
importación de
productos de
alto riesgo
no afectará la eficacia del control y "evitarÃa
incrementos indebidos de los costes… asà como el aumento de los
precios finales de los productos ecológicos en la Unión",
evitando, a su vez, "una reducción indebida del volumen y el
valor del comercio entre los terceros paÃses de origen de los
productos de alto riesgo y la Unión".
El hecho de que se deba utilizar el término "alto riesgo"
implica probablemente que los productos contendrán algún nivel de
contaminación cruzada o sustancias prohibidas por las regulaciones
de la Unión Europea. Los controles hasta ahora son estrictos y
obligatorios, lo que permite verificar todos los productos que entran
al mercado europeo,
asegurando asÃ
al consumidor
el respeto
y cumplimiento
de ciertos
estándares de
los productos
ecológicos vendidos en Europa. La flexibilización de las
regulaciones podrÃa reducir la confianza de los consumidores y tener
consecuencias para su salud.
No es
la primera
vez que
las decisiones
de la
Comisión Europea
afectan la
confianza del
consumidor europeo.
La incoherencia de ciertas polÃticas con respecto a los objetivos
del Pacto Verde son fuentes de controversia, como en el caso de la
Estrategia "De la granja a la mesa" y la fallida
implementación del Nutri-Score. Este sistema de etiquetado se
suponÃa que ayudarÃa al consumidor a tomar decisiones informadas
para mejorar su dieta, pero generó desconfianza y polémica en el
sector agroalimentario debido a las fallas en su algoritmo.
Tras la introducción del NutriScore en algunos mercados europeos,
como el francés, el proyecto comenzó a recibir
fuertes crÃticas.
En paÃses
como Grecia,
Italia, España
y Portugal,
este modelo
de etiquetado
enfrentó una gran
oposición debido a que penaliza productos locales que forman parte
de la alimentación diaria de sus ciudadanos
y de
la producción
nacional, tales
como el
aceite de
oliva, el
queso parmesano
y otros
alimentos que
integran la dieta mediterránea. Además, expertos afirman que se
trata de un sistema reduccionista al simplificar de
manera excesiva
la información
nutricional de
los productos,
lo que
podrÃa llevar
a los
consumidores a
tomar decisiones basadas en información insuficiente. El
fracaso de esta propuesta, al igual que el de otras polÃticas,
evidencia la dificultad que enfrenta la Comisión Europea actualmente
para encontrar un equilibrio entre las decisiones de salud pública y
las polÃticas agroalimentarias.
Para sumar a la polémica sobre las importaciones, la Comisión
Europea aprobó la importación de nuevos cultivos
transgénicos de
maÃz y
algodón. La
CE mencionó
en un
comunicado que
"las decisiones
de la
Comisión autorizan únicamente la importación de estos
cultivos genéticamente modificados para su uso en alimentos y
piensos, pero no su cultivo en la UE".
La
falta de
consenso entre
los Estados
miembros facilitó
el avance
de esta
autorización,
evidenciando una
vez más la división de opiniones dentro de la Comisión
Europea sobre el uso de organismos genéticamente
modificados (OGM).
La aprobación
ha suscitado
crÃticas en
varios paÃses,
incluyendo España,
incrementando las
preocupaciones ambientales y de seguridad alimentaria en torno a
estos cultivos.
Si bien
los defensores
de los
OGM sostienen
que estos
cultivos hacen
que las
plantaciones sean
más resistentes
a condiciones climáticas adversas, plagas y enfermedades, las
inquietudes aumentan en el contexto del cambio climático, dado que
estos organismos podrÃan tener un impacto irreversible en la
biodiversidad.
Varios paÃses miembros ya cuentan con regulaciones que prohÃben o
limitan el uso de cultivos genéticamente modificados. Sin embargo,
esta medida surge en un contexto que parece indicar una
renacionalización de las polÃticas
agrÃcolas. La
falta de
acuerdo sobre
la aprobación
de cultivos
genéticamente
modificados, junto
con los cambios
en la
gestión de
los productos
ecológicos, pone
en duda
la cohesión
dentro de
la Comisión
Europea y
la PolÃtica AgrÃcola Común (PAC).
Si bien la renacionalización de la PAC podrÃa aportar mayor
flexibilidad y mejorar la producción según las necesidades
especÃficas de
cada región,
también podrÃa
poner en
riesgo el
modelo de
sostenibilidad europeo.
Las decisiones podrÃan priorizar la competitividad económica
a corto plazo sobre el compromiso ambiental a largo plazo, lo que
podrÃa generar desigualdad e inestabilidad en el mercado europeo.
Los agricultores de ciertos paÃses podrÃan verse favorecidos
dependiendo de las polÃticas aplicadas en cada nación, y los
consumidores podrÃan estar expuestos a diferentes estándares de
calidad y seguridad según el paÃs de origen.
Por el momento, la Comisión Europea insiste en que su intención es
mantener una PAC coherente a nivel europeo. Permitir que cada paÃs
establezca su propia polÃtica agrÃcola podrÃa tener un impacto
negativo en los objetivos ambientales de la UE. Las decisiones
adoptadas por la CE no solo parecen ir en contra de la homogeneidad
del bloque;
un cambio
como el
propuesto en
las regulaciones
de importación
de productos
de alto riesgo a
nivel europeo podrÃa tener importantes consecuencias. Este tipo de
modificaciones deberÃan considerar cuidadosamente los riesgos
reales, dado que los OGM pueden tener efectos a largo plazo para la
biodiversidad y la salud del consumidor.