En cada crisis, en cada catástrofe natural que azota nuestras ciudades, parece inevitable que, en lugar de unir fuerzas para encontrar soluciones y apoyar a los ciudadanos afectados, nuestros políticos se enfrasquen en su deporte favorito: el ping pong de la responsabilidad.
Sinceramente, no suelo escribir sobre esto, pero parece un cachondeo.
Lo hemos visto esta vez con la reciente DANA en Valencia. Mientras las lluvias arrasaban calles, inundaban hogares y dejaban a miles de personas desamparadas, los responsables públicos han estado más ocupados en señalar con el dedo que en asumir el papel que la ciudadanía espera de ellos.
Como en un partido de ping pong, cada uno lanza la culpa al otro lado de la mesa: "Fue por falta de inversión en infraestructuras", "no se gestionaron bien los recursos", "los sistemas de prevención fallaron", "a mí no me llamarón", "no tenía cobertura", "tiene varias llamadas mías", y la lista sigue.
Lo triste de este espectáculo es que, mientras los políticos se lanzan culpas, las necesidades de los afectados quedan en un segundo plano. Los ciudadanos ven cómo los recursos para atender la emergencia se diluyen entre discusiones y excusas, perdiendo el tiempo valioso en el que se podría hacer algo para evitar que una tragedia similar vuelva a ocurrir. ¿Es realmente tan difícil asumir responsabilidades? ¿Tan complejo resulta trabajar juntos para dar una respuesta eficiente y compasiva a quienes lo han perdido todo?
En un mundo ideal, los políticos serían los primeros en ponerse al frente de las soluciones, admitiendo errores, proponiendo mejoras y, sobre todo, escuchando a los ciudadanos. Sin embargo, parece que en nuestro sistema de "ping pong político", lo más importante es evitar la culpa a toda costa, aunque eso signifique abandonar a su suerte a aquellos a quienes juraron servir.
Es hora de que los ciudadanos también exijamos más responsabilidad, más transparencia y menos juegos de culpa. Porque el juego del ping pong, al final, solo deja vencedores y vencidos. Y, en este caso, los vencidos siempre son los mismos: los ciudadanos.