Somos
mayores, no idiotas. Con esta frase iniciaba una campaña un
septuagenario, preocupado por el cierre de las oficinas bancarias y
el consiguiente fin de la atención personal en algo tan necesario en
la vida diaria de cualquiera.
Su
iniciativa ha conseguido cientos de miles de firmas. Y lo que te
rondaré, morena. Porque tiene más razón que un santo. Los bancos,
como otras muchas entidades, han aprovechado el tirón de la
digitalización para, como hacen siempre, arrimar el ascua a su
sardina, y convertir algo que deberÃa revertir en beneficio de la
ciudadanÃa en algo que beneficia a los bancos. Porque, en vez de
mejorar la vida de sus clientes, lo que han hecho es mejorar sus
beneficios, reduciendo al mÃnimo el personal y al máximo las
expectativas de ganancia.
Yo,
que tengo unos cuantos años menos que el instigador de esta campaña,
también he sufrido en mis carnes el problema del que habla, y eso
que yo manejo ordenador y dispositivos con habitualidad, aunque sea
al famoso nivel usuario, que no significa otra cosa que "me
defiendo como puedo". Pero ya hace tiempo que, para pagar
impuestos, presentar instancias y muchas otras cosas te mandan sin
piedad alguna al cajero, y solo a determinadas horas, pese a que a
veces hay un señor mirando desde la oficina. Como se atasque la
ranura, se trague la tarjeta o el cajero se declare en huelga, vas
aviada. Podemos 'perder la oportunidad de acceder a algo a lo que
tengamos derecho, quedarnos sin matricularnos del curso o
arriesgarnos a pagar intereses por no haber pagado el recibo a
tiempo.
Recuerdo
los tiempos en que las personas mayores iban a "su" banco -Caja
de Ahorros, en muchos casos- y pasaban la mañana mientras les
explicaban si les convenÃa abrir un plazo fijo, les ponÃan al dÃa
la cartilla o les aconsejaban sobre cómo sacar un dinerito extra
para dejárselo a los nietos. Incluso en su cartera.
Pero
también recuerdo, y no con nostalgia precisamente, tiempos no tan
lejanos en que algunos desaprensivos se aprovecharon de esa confianza
de las personas mayores en el personal del banco para endosarles las
tristemente conocidas acciones preferentes, que amargaron los últimos
dÃas de vida de mucha gente. Entonces nadie les mandaba al cajero,
ni dolÃa el tiempo empleado en atenderlos. Y el banco sacaba una
buena tajada, aunque al final, justicia mediante, les haya salido la
torta un pan. Pero que les quiten lo bailado ¿O serÃa mejor decir
"lo birlado"?
Bravo
por esta iniciativa y su autor. Ojalá le hagan caso