Los niños valencianos acaban de sufrir la peor catástrofe que asoló a Europa en los últimos 50 años. Es importante entender las señales que a través de sus conductas ahora puedan mostrarnos. Han visto imágenes, difíciles de olvidar, como calles y casas inundadas y destruidas, coches amontonados, personas pidiendo auxilio. Ahora viven en un entorno ensuciado de barro, con muebles tirados a la calle, sus parques destruidos o con solo un vestigio enlodado de lo que una vez fue un columpio o tobogán. Su cole ya no está o seriamente dañado. Desaparecidos sus juguetes, sus peluches, su perro. Escuchan en estos días continuamente sirenas de ambulancias y policías. Quizás ya no esté su casa.
Posibles reacciones
Los niños tendrán miedos. No quieren estar solos en ningún momento, siguen a sus padres a todos los lados, no quieren quedarse con nadie. Buscan la seguridad que les fue arrebatado. Es aterrador cuando el mundo a tu alrededor se desploma. Lo es para los adultos y aún más para los niños que necesitan sentirse protegidos para poder desarrollarse armoniosamente. Tendrán miedos por la noche, no quieren dormir solos, la luz tiene que quedar encendida. Sufren pesadillas y terrores nocturnos. El mejor remedio es darles este cobijo que están pidiendo, abrazarlos mucho, no dejarles solos, validar sus sentimientos, permitir que lloren o se muestren exigentes. No es momento de esperar que se muestren fuertes y guarden sus lágrimas. Su dolor, su pena, sus miedos deben salir a la superficie. Si no los expresan, los interiorizarán, pero no desaparecen. Y saldrán camufladas, a través de dolores y problemas psicosomáticos (dolor de cabeza, tripa, falta de apetito, etc.). También pueden manifestarse a través de la tristeza, depresión y apatía.
Todo esconde el mismo mensaje: estoy asustado, ayúdame.
Otra manera en que expresan su torbellino emocional, es a través de conductas difíciles: desobediencia, rebeldía, rabietas, gritos, llorar por todo, exigencias…. No podrán aún decir con palabras lo que les pasa, ni se entienden a sí mismos, solo buscan una forma de dar rienda suelta a sus emociones. Lo mejor es ser comprensivos y, de nuevo, validar sus emociones. Veo que estás enfadado, frustrado, triste…… (sea cual sea su emoción). Las palabras tienen un poder calmante y, además, les ayudan a entenderse a sí mismos. Es posible que tal respuesta dé pie a una llantina profunda, lo cual siempre ayuda a relajarse y sentirse mejor.
También es normal que el niño sufra un retroceso en su desarrollo. Se comporta como un niño más pequeño y problemas que ya tenía superados, vuelven a aparecer. Como pedir el chupete o el biberón, venir a la cama paterna en media noche, mojar la cama etc. Lo que el niño dice con esta conducta es: cuídame, que yo no puedo. Los retrocesos son pasajeros y no hay que alarmarse. Lo mejor es darles tiempo, ser pacientes y cariñosos. El mismo niño lo irá superando a medida que su vida vuelva a ser - o por lo menos parecerse- a la de antes.
El juego es terapéutico
¿Cómo asimila un niño sucesos traumáticos? Todo niño dispone de algo que le es de gran ayuda para ir asimilando vivencias traumáticas: el juego. Los niños de la riada representarán en sus juegos las escenas que les tocó presenciar: coches amontonados, lodo por todos los lados, casas destruidas, personas arrastradas por el agua…. Inventarán maneras para poner en escena aquello lo que vieron. Y esto es muy importante, ya que, al revivirlo y verlo de nuevo, el 'shock' irá disminuyendo. Tal como los adultos ven una y otra vez las imágenes que están grabadas en su mente -una manera para asimilar lo ocurrido -, los niños lo hacen a través de sus juegos. Este juego lo harán durante meses. Cuando ya dejan de hacerlo, sabemos que la tragedia no está tan presente en sus cabezas, aunque puede volver de vez en cuando. Facilitémoslo estos juegos, comprándoles lo que puedan necesitar para ello (cochecitos, cubos, palas, rastrillos de juguete…)
¿Qué les decimos?
Hay que contestar a sus preguntas. Es bueno limitarnos a sus preguntas, contestar lo que quieren saber sin más extensiones. De esta manera estamos más seguros de no decir algo que les pueda asustar aun más. Hay que tener en cuenta que generalmente la información les entra poco a poco. Por tanto, volverán a hacer preguntas en otros momentos, en otros días. Es señal de que lo están procesando, porque lo captan parte por parte. Es probable que pidan la misma información una y otra vez. Es importante contárselo de nuevo, aunque seamos repetitivos.
¿Cómo pueden volver a sentirse seguros?
Esto requiere un tiempo, pero todos los seres humanos tenemos una gran capacidad de resiliencia. Quiere decir: superar los traumas. Lo que les hace bien a los pequeños, es volver a tener rutinas que existían antes del día fatídico del 29 de octubre. Los rituales y las rutinas, propios de cada familia. Estos les da una sensación de seguridad, ya que perciben que la vida sigue. Además, los rituales nos ayudan a sentirse unidos.
También es bueno hablarles de la solidaridad que ha surgido después de la riada: los miles de voluntarios y profesionales que han acudido a ofrecer ayuda y que siguen viniendo. Es la mejor cara del ser humano.
Para un niño es importante sentir que los adultos podemos con lo que la vida nos pone delante y que tenemos remedios para las desgracias. Deben sentir esta confianza, así se sentirán protegidos. La realidad nos enseña que no siempre es así, pero por lo menos en el seno familiar podemos transmitirle esa seguridad y mostrarle nuestra propia valentía. Esto no quiere decir que escondamos nuestros sentimientos y nuestra aflicción. Es imposible e innecesario esconderlo, los niños lo perciben igualmente. Es lo que todos ahora todos sentimos. Podemos llorar juntos, compartir los sentimientos consuela a mayores y pequeños.
Coks Feenstra es Psicóloga infantil en Benavites, Valencia