El Barón de Alcahalí, alcalde de Valencia, dejó escrito un Memoria sobre "El cólera en Valencia en 1885" para dar a conocer "sobre la lucha que con la epidemia hemos sostenido, y en el porvenir, si desgraciadamente fuera necesario, lo que la Providencia no permita, sirva de patrón o molde a que puedan ajustarse las disposiciones que se adopten para combatir cualquier peste". Fue el otro coronavirus que asoló a la capital valenciana a finales del Siglo XIX.
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Aquel aristócrata era ilustrado, de los de la Ilustración, culto, sabio, cuidadoso y previsor. Hizo frente con gran altura a la epidemia de peste en Valencia y quiso que futuros gobiernos municipales y alcaldes supieran lo que les ocurrió a ellos y de cómo se emplearon con las armas de entonces ante tamaña catástrofe humanitaria.
Poco caso le han hecho los de ahora, unos en la ópera, otros hablando de Fallas, cuando con la información sobrada que tenían, debieran haber hablado y actuado sólo de coronavirus. Les pilló a traspiés la avalancha y los cronistas de la ciudad no les llevaron sacándolos de los baúles del recuerdo lo experimentados que estamos en Valencia en epidemias, al menos desde el siglo XIV.
Si Ribó conociera la historia de esta ciudad, o al menos entre ópera y ópera, se hubiera leído el informe que dejara su antecesor en aquella aciaga época, sabría de las medidas higiénico-sanitarias que se tomó, de los hospitales que se habilitó, de los enfermos y muertos que hubo e incluso del "alto ejemplo de civismo" de la vecindad.
Aquel Alcalde tuvo interés en resumir todo lo actuado y publicarlo para que en el futuro se inspiraran en la conducta que ellos tuvieron. "En la Memoria notarán que la Alcaldía ha sido secundada admirablemente por Valencia toda… Ni un solo valenciano se mostró medroso ante el peligro, ni reacio a desempeñar el puesto que en aquella lucha le cabía".
Aquí al Alcalde, ni al Ayuntamiento, se pudo secundar ahora. Menos mal que el presidente de la Generalitat, en ausencia del alcalde, tiró por la calle de en medio. Ni estuvo el primer edil en la reunión de suspensión de las Fallas, no tenía Plan B, el suyo era el A, a vivir las Fallas.
Epipandemias
El Ayuntamiento de fines del XIX planteó la guerra en dos frentes, el médico y el social,la causa y el efecto. Hicieron una historia de las epidemias desde la bubónica de 1348, 1349,1450, 1459-1466,1475-1478, 1489, 1508, 1519, 1523, 1532,1557-1559,1647-1648, las "epipandemias" autóctonas, como la del cólera, fiebres amarillas,de 1834, 1854, 1855, 1859, 1860, 1865… Analizaron cómo y por dónde había entrado el virus,generalmente por mar, su comportamiento y evolución.
En abril de 1865, asoló la región valenciana y de aquí pasó a España el cólera morbo-asiático, detectaron los primeros casos por Gandía y Xàtiva y en la ciudad de Valencia se pusieron a trabajar antes de que llegara hasta aquí. Sus síntomas eran muy conocidos para poder diagnosticar la enfermedad. La autoridad municipal convocó a los científicos más nombrados de la ciudad. Se instruyó sobre terapias y fármacos, desde el opio hasta el vino, del cuidado de enfermos, autopsias y entierro de los fallecidos. La epidemia entró por Ruzafa, venida de Sueca, a donde se desplazaban muchos huertanos a trabajar en el arroz. De Ruzafa y Nazaret fueron los primeros afectados por el cólera. Averiguaron que el foco de Sueca era una acequia donde unos trabajadores bebían, mientras que otros se lavaban la ropa allí con la intención de desinfectarla, o hacían sus necesidades.
El primer caso que se produjo en el casco urbano fue en el número 3 de la calle Barcas, una mujer que había estado en Alcira atendiendo a su padre enfermo de cólera, que se lo contagió. El Ayuntamiento movilizó a toda la Guardia Municipal y empleados, así como a los médicos y hospitales para detectar casos de cóleras. Se tendía a ocultarlos por las familias. Aparte de los enfermos surgidos en la ciudad, llegaron casos desde los pueblos. .En cada caso estudiaban cómo se había podido producir la contaminación.
Transmisibilidad del cólera
Preocupaba la huerta de Valencia, el cólera vive en zonas húmedas, en frutas, verduras,… y sus pueblos abastecían la ciudad. Llegaban sus productos contaminados por las excreciones que se tiraba al agua de las acequias con que regaban los campos Comprobaron que el contagio a través de las aguas fue una constante, al igual que a través de las alcantarillas. "La transmisibilidad por el aire es nula… o a muy corta distancia", se lee en el informe. Ninguno de los 90 empleados del cementerio se contagió.
De 170.000 habitantes murieron por el cólera 5.000 de este año, sobre todo niños (1.139) y 1.018 en "edad de retorno" (de 40 a 60), más mujeres (2.9319que hombres (1988), tal vez por ser ellas las cuidadoras. Pobres y sirvientas fueron una buena parte de las víctimas. De los 3000 médicos dela ciudad murieron el 2%. De los casi 5.000 militares acantonados en Valencia murieron por cólera el 2,1%.
Observaron que las lluvias favorecieron la expansión de la epidemia. En las calles adoquinadas, la epidemia se cebaba más. En el río Turia no encontraron el bacilo, ni en las aguas potables. Sí en los pozos de agua de aquellas casas que lo tenían como suministro. La enfermedad hizo los mayores estragos en los barrios de la Casa de Misericordia (Beneficencia) (Barrio del Carmen)y Escuelas Pías, junto con Russafa, Hospital, Universidad y Audiencia.
Pocos muertos hubo en las cárceles debido a las medidas adoptadas: 1 en Torres de Serranos (de 150 internos); 3 en el Penal de san Agustín (1.135); y 8 en san Miguel de los Reyes (1.325). Y de los internos del asilo de la Beneficencia murieron 7 de 608; en la Misericordia 13 de 633; y en el manicomio 38 de 540.
Hay una observación curiosa en el informe del alcalde que dice que "no hemos podido apreciar la relación directa entre las reuniones de hombres y la marcha de la enfermedad. Ni las fiestas de la Virgen, ni las del Corpus, ni ninguna en general en donde se han reunido muchas personas han modificado la marcha del mal".
Los tratamientos efectuados en Valencia para atajar la epidemia de cólera sirvieron de base para que la Real Academia de Medicina de Barcelona los presentara en su memoria anual, a través del doctor Jaime Ferran, catalán, quien fue llamado al estar considerado como uno de los mejores especialistas en cólera. Este inoculó con la vacuna a muchísimas personas, especialmente de Alzira. Su práctica y teorías fueron puestas en contradicción por otros científicos. De este conflicto también da cuenta el precitado informe municipal, minucioso en contar casos y procedimientos, inoculaciones, profilaxis, cultivos, etc…en la lucha contra el cólera. Y aunque aquello se hizo en tiempos difíciles para todo, sí quedaron con la conciencia a falta de constatar científicamente de que la inoculación era el gran descubrimiento, el camino a seguir.
La segunda parte del informe del Barón de Alcahalí estuvo dedicada a las Medidas Sanitarias en tiempos de la epidemia. Se controlaba todo, personas llegadas de fuera en tren, alcantarillas, mercados, el agua, la limpieza de las calles, carnicerías, farmacias, se hacía aislamientos, había desinfecciones, quema de ropas de infectados, desinfecciones de edificios, traslados y hospitalizaciones,… pero de esto hablaremos en otro capítulo.
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