El ritual de la Salpassa es una tradición valenciana con un origen incierto, aunque parece que data del siglo X, mezcla elementos cristianos con posibles raíces íberas o celtas. Celebrado normalmente antes del Triduo de la Semana Santa, consiste en la bendición de hogares con agua bendita y sal, acompañada de una recolecta simbólica de huevos. Su nombre proviene del latín «salis sparsio» (rociar sal), aunque hoy se asocia al miércoles santo, antiguamente pudo vincularse a ritos de fertilidad precristianos.
Hoy solo pervive en unos pocos pueblos valencianos, donde destacan Ribarroja del Túria, Otos, Antella o Algar del Palancia y otras localidades tratan de recuperar la tradición. Durante el proceso del rito, los niños acompañan al sacerdote en su recorrido por la calles, avisando con campanillas, en una escena que evoca ritos ancestrales incluso esos niños martillean el suelo, que representan la derrota del maligno, se golpea al suelo para matarlo. Mientras, el religioso bendice las puertas de cada hogar, donde previamente los dueños han dejado junto a su entrada de casa, un jarro de agua para su bendición, sal y huevos. Un rito que también se ha visto como una protección contra el llamado mal de ojo, los entes malignos y protegerse de las brujas.
Lo enigmático de esta costumbre radica en su simbolismo oculto. La sal, considerada desde la antigüedad un elemento purificador, se usaba para proteger males físicos y espirituales. Los huevos, recolectados durante el recorrido, representan renacimiento y abundancia, sugiriendo conexiones con antiguos cultos precristianos. Además, el agua bendita se guardaba durante todo el año como amuleto contra enfermedades y maleficios.
Algunos estudios señalan ciertos paralelismos entre la Salpassa y el ritual romano lustratio (purificación y protección de espacios), mientras que otros ven tradiciones judías o incluso árabes. La Iglesia lo adaptó, pero su esencia parece más antigua.
El misterio final de la Salpassa es su persistencia: ¿por qué ha sobrevivido siglos, a pesar de los cambios religiosos y sociales? Quizá porque, más que un simple acto litúrgico, es un recordatorio de que lo sagrado y lo cotidiano siempre estuvieron unidos en la cultura popular.