La reciente DANA (Depresión Aislada en Niveles Altos) -la gota fría y la riada- ha dejado un escenario devastador, especialmente en la Comunitat Valenciana. Miles de familias han perdido hogares, infraestructuras esenciales han colapsado, y sectores como la agricultura y el comercio local enfrentan pérdidas millonarias. Pero más allá de las imágenes actuales, cuando se cumplen dos meses del fatídico 29 de octubre, este desastre trae a la memoria tragedias climáticas del pasado, como la riada de Valencia en 1957 y la "pantanà" de Tous en 1982. Llueve sobre mojado, literalmente.
En este contexto, la coordinación absoluta entre el Gobierno central y la Generalitat Valenciana, junto con el apoyo económico del Ejecutivo español y la Unión Europea, es más urgente que nunca. Recordemos que la falta de previsión y las demoras en las ayudas en el pasado magnificaron el impacto de aquellas tragedias. Los distintos Ejecutivos del Estado español son responsables de la gravedad de la riada. Por eso, estas son diez medidas urgentes que no pueden esperar:
1. Reconstrucción inmediata de infraestructuras básicas.
Las carreteras, puentes y sistemas de suministro de agua y electricidad dañados deben ser reparados de forma prioritaria. Sin estas infraestructuras, la recuperación social y económica es imposible. Se ha avanzado mucho pero queda mucho por hacer, desde las líneas de Cercanías a cientos de caminos rurales e infraestructuras fluviales, especialmente en las comarcas de interior.
2. Ayudas directas a las familias afectadas.
Es urgente que se agilicen las compensaciones por pérdidas materiales, incluidas viviendas, vehículos y bienes básicos. Estas ayudas deben llegar sin burocracias interminables que retrasen su impacto. Es insultante que lleguen antes las de Amancio Ortega y Juan Roig e incluso de influencers.
3. Fondos para agricultores, empresas y pequeños negocios
. La agricultura y el comercio local son el alma de muchas de las áreas afectadas, sin olvidar los polígonos industriales. Es imprescindible destinar subvenciones para que puedan reanudar su actividad y no caer en una espiral de quiebra.
4. Creación de un fondo extraordinario estatal.
El Gobierno debe liderar un paquete económico exclusivo para los afectados, garantizando que las comarcas más golpeadas reciban el apoyo necesario para su reconstrucción.
5. Activación del Fondo de Solidaridad de la Unión Europea.
Este instrumento está diseñado para desastres naturales y puede proporcionar recursos económicos vitales. Es responsabilidad del Gobierno español movilizarlo de inmediato y garantizar su correcta aplicación.
6. Planes de empleo local.
En las zonas afectadas, muchas personas han perdido su sustento. Programas temporales de empleo enfocados en la reconstrucción podrían ofrecer soluciones inmediatas para los desempleados.
7. Refuerzo de la coordinación entre administraciones.
La DANA ha demostrado que la falta de una estrategia unificada entre el Gobierno central y la Generalitat agrava los efectos del desastre. Es necesario un mando único que asegure una respuesta eficiente.
8. Inversión en sistemas de prevención.
Más allá de la respuesta inmediata, se deben reforzar infraestructuras hidráulicas, sistemas de drenaje y mapas de riesgos climáticos para evitar que estas tragedias se repitan.
Como medida complementaria, la creación de un "Portal de transparencia DANA", podría convertirse en una herramienta esencial para cumplir cuatro
objetivos clave:
- Informar a los ciudadanos sobre las acciones en curso,.
- Presentar propuestas de prevención abiertas a la participación
ciudadana.
- Fomentar el diálogo social en torno a estas iniciativas.
- Mitigar el "efecto olvido" que, con el paso del tiempo, suele
enterrar las lecciones aprendidas tras cada catástrofe.
Este recurso
digital sería un puente entre las administraciones y la ciudadanía,
asegurando que la reconstrucción y la prevención no pierdan
protagonismo.
9. Planes específicos de atención psicológica.
La devastación no solo es material. Las familias necesitan apoyo emocional para procesar las pérdidas sufridas, especialmente en los casos donde ha habido fallecimientos.
10. Educación y formación para la resiliencia climática
. Las comunidades deben estar mejor preparadas ante fenómenos meteorológicos extremos. Programas de educación y capacitación pueden marcar la diferencia en futuras crisis.
La Comunitat Valenciana conoce bien el impacto de las catástrofes naturales. La riada de 1957 en Valencia dejó más de 80 muertos y devastó barrios enteros de la ciudad. Su magnitud obligó a rediseñar el cauce del Turia, un proyecto que evitó tragedias similares en el casco urbano, pero no en otras zonas vulnerables. Décadas después, en 1982, la rotura de la presa de Tous debido a una gota fría dejó un balance desolador: más de 30 muertos, decenas de pueblos arrasados y pérdidas materiales incalculables. En ambos casos, la falta de previsión y las carencias en infraestructuras adecuadas agravaron las consecuencias.
Hoy, con la tecnología y los recursos de los que disponemos, no hay excusa para que la historia se repita. La coordinación entre el Gobierno central y la Generalitat debe ser absoluta, como también la movilización inmediata del Fondo de Solidaridad Europeo. Además, es fundamental que la reconstrucción contemple infraestructuras resilientes, diseñadas para enfrentar los efectos cada vez más intensos del cambio climático.
No actuar con rapidez y coordinación no solo agravaría el sufrimiento de los afectados, sino que también traería ecos de errores pasados. Las víctimas de la DANA no solo merecen respuestas, sino también la seguridad de que estos desastres, aunque inevitables, no volverán a tener un impacto tan devastador. Llueve sobre mojado, pero el esfuerzo conjunto puede evitar que el daño sea irreversible.
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